DECLARATORIA DE LA CUENCA DE SALINAS GRANDES Y LAGUNA DE GUAYATAYOC COMO SUJETO DE DERECHOS

Las comunidades presentes declaramos:

Que la cuenca de Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos y funciones vitales, estructura y procesos evolutivos. Así como también tiene derecho a la preservación de sus salares y humedales altoandinos, y el respeto de los ciclos del agua, su existencia en la cantidad y calidad necesarias para el sostenimiento de los sistemas de vida y de vivir libre de contaminación. Exigimos el reconocimiento y respeto de estos derechos por parte de las autoridades públicas y corporaciones.

Que, asimismo, el ejercicio de los Derechos de la cuenca Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc requiere del reconocimiento, recuperación, respeto, protección, y diálogo de la diversidad de sentires, valores, saberes, conocimientos, prácticas, habilidades, trascendencias, transformaciones, ciencias, tecnologías y normas, de todas las culturas que buscan convivir en armonía con la Naturaleza.

Que los habitantes y comunidades originarias del territorio de la Cuenca, y sus bienes comunes, nos erigimos en sus Guardianes y de sus derechos.

Que, en el ejercicio de nuestros derechos constitucionales, del Convenio 169 de la OIT, el Acuerdo de “Escazú” y leyes concordantes, reafirmamos la autodeterminación territorial y el rechazo total y definitivo de todo emprendimiento de megaminería, litio y otros minerales en la cuenca de Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc como guardianes ancestrales del patrimonio cultural, territorial y natural de los pueblos originarios Kolla y Atacama.

Rechazamos, por inconstitucional, la ley que convoca a la reforma constitucional en la provincia de Jujuy y exigimos la incorporación de los derechos de los pueblos indígenas en cualquier proceso constituyente.

Esta declaración fue elaborada colectivamente entre los días 14 y 15 de enero, 2023, en la comunidad de San Francisco de Alfarcito, Jujuy, Argentina, durante el Encuentro Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc 2023, co-organizado por la Comunidad Aerocene y las Comunidades Indígenas de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, con el Colectivo de Acción por la Justicia Ecosocial, el Colectivo Socioambiental Mirá, el Grupo de estudio Geopolítica y Bienes Comunes, la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, la Asociación Argentina de Abogados/as Ambientalistas, la abogada Alicia Chalabe, la escritora Graciela Speranza y la curadora Inés Katzenstein. Este texto está muy ligeramente editado para su contextualización.

Manifiesto de los Pueblos del Sur: Por una Transición Energética Justa y Popular

Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur
Un llamamiento a líderes, instituciones y nuestros hermanos y hermanas.

A más de dos años después del estallido de la pandemia de COVID-19, a lo que se suman las catastróficas consecuencias de la invasión rusa de Ucrania, vemos surgir una «nueva normalidad». Este nuevo statu quo global refleja un empeoramiento de varias crisis: social, económica, política, ecológica, biomédica y geopolítica. Se acerca el colapso ambiental. La vida cotidiana se ha militarizado cada vez más. El acceso a buenos alimentos, agua potable y atención médica asequible se ha vuelto aún más restringido. Más gobiernos se han vuelto autocráticos. Los ricos se han vuelto más ricos, los poderosos más poderosos y la tecnología no regulada solo ha acelerado estas tendencias.

Los motores de este statu quo injusto —el capitalismo, el patriarcado, el racismo, el colonialismo, las relaciones depredadoras con la naturaleza y diversos fundamentalismos— están agravando la situación. Por lo tanto, debemos debatir e implementar urgentemente nuevas visiones de transición y transformación ecosocial que sean justas respecto al género, regenerativas y populares, que sean a la vez locales e internacionales.

En el presente Manifiesto por una Transición Energética Justa y Popular de los Pueblos del Sur, sostenemos que los problemas del Sur Global geopolítico son diferentes de los del Norte Global y de las potencias emergentes como China. Un desequilibrio de poder entre estas dos esferas no solo persiste debido a un legado colonial, sino que se ha profundizado debido a una economía global neocolonial. En el contexto del cambio climático, de la creciente demanda de energía y la pérdida de biodiversidad, los centros capitalistas han aumentado la presión para extraer la riqueza natural y depender de la mano de obra barata de los países de la periferia. No sólo sigue vigente el conocido paradigma extractivo, sino que la deuda ecológica del Norte con el Sur va en aumento.

Lo nuevo de este momento actual es la ‘transición energética’ del Norte a las energías limpias, que han ejercido aún más presión sobre el Sur Global para producir cobalto y litio para la producción de baterías de alta tecnología, madera de balsa para turbinas eólicas, brindar superficies de tierra para grandes conjuntos de paneles solares y nuevas infraestructuras para megaproyectos de hidrógeno. Esta descarbonización para los ricos, un proceso orientado a la exportación impulsado por las grandes corporaciones, se asienta sobre una nueva fase de despojo ambiental del Sur Global que afecta la vida de millones de mujeres, hombres y niños, sin mencionar la vida no humana. Las mujeres, especialmente en sociedades agrarias, están entre las más afectadas. De esta forma, el Sur Global se ha convertido nuevamente en una zona de sacrificio, un almacén de recursos supuestamente inagotables, para los países del Norte.

Una prioridad para el Norte Global ha sido asegurar las cadenas de suministro globales, especialmente de materias primas críticas, y evitar que ciertos países, como China, monopolicen el acceso. Los ministros de comercio del G7, por ejemplo, recientemente abogaron por una cadena de suministro ‘responsable, sostenible y transparente’ para minerales críticos a través de políticas de cooperación internacional y finanzas, que incluye el comercio de bienes y servicios ambientales en el marco de la OMC. El Norte Global ha presionado para que se firmen más acuerdos comerciales y de inversión con el Sur Global para satisfacer su necesidad de recursos, en particular aquellos que son parte integral de la ‘transición energética’. Estos acuerdos, diseñados para reducir las barreras al comercio y la inversión, protegen e incrementan el poder y los derechos de las corporaciones al someter a los estados a posibles juicios legales, de acuerdo con los mecanismos de arbitraje para controversias entre inversores y estados (ISDS, por sus siglas en inglés). El Norte Global está utilizando estos acuerdos para controlar la transición energética y generar un nuevo colonialismo verde.

Mientras tanto, los gobiernos del Sur han caído en la trampa de la deuda, tomando dinero prestado para construir industrias y agricultura a gran escala para abastecer al Norte. Para pagar estas deudas, los gobiernos se han sentido obligados a extraer aún más recursos del suelo, creando un círculo vicioso de desigualdad y destrucción. Hoy, el imperativo de ir más allá de los combustibles fósiles, sin ninguna reducción significativa en la producción o el consumo en el Norte, solo ha aumentado la presión para explotar estos recursos naturales. Además, a medida que avanza con sus propias transiciones energéticas, el Norte no ha ofrecido más que palabras respecto a su responsabilidad de abordar su histórica y creciente deuda ecológica con el Sur.

Pequeños cambios en la matriz energética no son suficientes. Todo el sistema energético debe transformarse, desde la producción y distribución hasta el consumo y la disposición de residuos. La sustitución de coches de combustión interna por vehículos eléctricos es insuficiente, pues es necesario cambiar todo el modelo de transporte individualista, reduciendo el consumo de energía y promoviendo opciones de movilidad colectiva y pública sostenible.
De esta manera, las relaciones deben volverse más equitativas no solo entre los países del centro y la periferia, sino también dentro de los países, entre la élite y el pueblo. Las élites corruptas del Sur Global también han colaborado en este sistema injusto lucrando con la extracción, reprimiendo a quienes defienden los derechos humanos y de la naturaleza y perpetuando la desigualdad económica.

Más que solo tecnológicas, las soluciones a estas crisis interrelacionadas son sobre todo políticas.

Como activistas, intelectuales y organizaciones de diferentes países del Sur, hacemos un llamado a las y los agentes de cambio de diferentes partes del mundo a comprometerse con una transición ecosocial radical, democrática, con justicia global, justicia de género, intercultural, regenerativa y popular que transforme tanto el sector energético como las esferas industrial y agrícola, que dependen de insumos energéticos a gran escala. Según los diferentes movimientos por la justicia climática, “la transición es inevitable, pero la justicia no”.

Todavía estamos a tiempo de iniciar una transición justa y democrática, que desmonte las relaciones (neo-)coloniales entre Norte y Sur Globales. Podemos alejarnos del sistema económico neoliberal en una dirección que sustente la vida, combine la justicia social con la justicia ambiental en lugar de ponerlas a competir entre sí, reúna valores igualitarios y democráticos con una política social holística y resiliente, y restablezca un equilibrio ecológico necesario para un planeta sano. Pero para eso necesitamos más imaginación política y más visiones utópicas de otra sociedad socialmente justa y respetuosa tanto de la diversidad como de nuestra casa común planetaria.

La transición energética debe ser parte de una visión integral que aborde la desigualdad radical en la distribución de los recursos energéticos y promueva la democracia energética. Debería restar importancia a las instituciones a gran escala (agricultura corporativa, grandes empresas de energía), así como a las soluciones basadas en el mercado. En cambio, debería fortalecer la resiliencia de la sociedad civil y las organizaciones sociales.

Por lo tanto, desde el presente Manifiesto, establecemos los siguientes ocho puntos:

    Alertamos que una transición energética liderada por megaproyectos corporativos, provenientes del Norte Global y aceptados por numerosos gobiernos del Sur, implica la ampliación de las zonas de sacrificio en todo el Sur Global, la persistencia del legado colonial, el patriarcado y la trampa de la deuda. La energía es un derecho humano elemental e inalienable, y la democracia energética debe ser nuestro objetivo.

    Llamamos a los pueblos del Sur a rechazar las falsas soluciones que vienen con nuevas formas de colonialismo energético, ahora en nombre de una transición ‘verde’. Hacemos un llamado explícito a continuar la coordinación política entre los pueblos del Sur y al mismo tiempo a buscar alianzas estratégicas con sectores críticos del Norte.

    Para mitigar los estragos de la crisis climática y avanzar en una transición ecosocial justa y popular, exigimos el pago de la deuda ecológica. Esto significa, ante la responsabilidad desproporcionada del Norte Global por la crisis climática y el colapso ecológico, la implementación real de un sistema de compensación al Sur global. Este sistema debe incluir una considerable transferencia de fondos y tecnología apropiada, y debe conllevar la cancelación de la deuda soberana para los países del Sur.

    Apoyamos una política de reparaciones por las pérdidas y daños sufridos por pueblos indígenas, grupos vulnerables y comunidades locales debido a proyectos de minería, grandes represas y energía sucia. También apoyamos las luchas para legalizar y restituir los territorios colectivos de los pueblos indígenas en todo el mundo.

    Rechazamos la ampliación de la frontera hidrocarburífera en nuestros países —a través del fracking y proyectos offshore— y repudiamos el hipócrita discurso de la Unión Europea, que recientemente declaró al gas natural y a la energía nuclear como “energías limpias”. Como ya se planteó en la Iniciativa Yasuní en Ecuador en 2007, siendo una idea que hoy es apoyada por muchos sectores y organizaciones sociales, apostamos por dejar los combustibles fósiles bajo tierra y a generar las condiciones sociales y laborales necesarias para abandonar el extractivismo y transitar hacia un futuro post combustibles fósiles.

    De manera similar, rechazamos el colonialismo verde bajo la forma de acaparamiento de tierras para parques solares y eólicos, la extracción indiscriminada de minerales críticos y la promoción de «soluciones» tecnológicas como el hidrógeno azul, verde y gris. El cercamiento, la exclusión, la violencia, la invasión y el atrincheramiento han caracterizado las relaciones energéticas Norte-Sur pasadas y actuales y no son aceptables en una era de transiciones ecosociales.

    Exigimos la protección efectiva de los y las defensoras de la naturaleza y los derechos humanos, en particular los pueblos indígenas y las mujeres que están en la primera línea de la resistencia al extractivismo.
    La eliminación de la pobreza energética en los países del Sur debe estar entre nuestros objetivos fundamentales, así como de la pobreza energética de partes del Norte Global, a través de proyectos de energía renovable alternativos, descentralizados y distribuidos equitativamente que sean propiedad de las comunidades y sean operados por ellas mismas.

    Denunciamos los acuerdos comerciales internacionales que penalizan a los países que quieren frenar la extracción de combustibles fósiles. Debemos detener el uso de acuerdos comerciales y de inversión controlados por corporaciones multinacionales que, en última instancia, promueven una mayor extracción y refuerzan un nuevo colonialismo.

Nuestra alternativa ecosocial se basa en innumerables luchas, estrategias, propuestas e iniciativas comunitarias. Nuestro Manifiesto se conecta con la experiencia vivida y las perspectivas críticas de los campesinos, los pueblos indígenas y otras comunidades locales, mujeres y jóvenes en todo el Sur Global. Se inspira en el trabajo realizado sobre los derechos de la naturaleza, buen vivir, vivir sabroso, sumak kawsay, ubuntu, swaraj, los comunes, la economía de los cuidados, la agroecología, la soberanía alimentaria, el postextractivismo, el pluriverso, la autonomía y la soberanía energética. Sobre todo, hacemos un llamado a una transición ecosocial radical, democrática, popular, con justicia de género, regenerativa e integral.

Siguiendo los pasos del Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur, este Manifiesto propone una plataforma dinámica que invita a unirse a nuestra lucha compartida por la transformación ayudando a crear visiones y soluciones colectivas.

Les invitamos a respaldar esta propuesta con su firma: https://pactoecosocialdelsur.com/

Hacia los Derechos de la Naturaleza

Enrique Viale y Gastón Chillier

El tránsito de la “Naturaleza objeto” a la “Naturaleza sujeto” ha empezado. Consagrar a la Naturaleza como sujeto de Derechos postula nuevas formas de relación del ser humano con ella y sus componentes. Reclama, por ende, el pasaje de un paradigma antropocéntrico a otro de carácter socio-biocéntrico. En los lineamientos de este nuevo paradigma civilizatorio se destaca el abandono de la caracterización de la naturaleza sólo como canasta de recursos.

A diferencia de ello, aquí no es considerada como un objeto de dominación y meramente como un recurso económico. Pero reconocer universalmente los “Derechos de la Naturaleza” no supone una naturaleza virgen, sino el respeto integral por su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos, la defensa de los sistemas de vida.

El otorgar Derechos a la Naturaleza no solo significa abandonar una idea de conquista, de colonización y de explotación de la Madre Tierra, sino que nos plantea un cambio civilizatorio profundo, que cuestiona todas aquellas lógicas antropocéntricas dominantes y se convierte en una respuesta de vanguardia frente a la actual crisis civilizatoria. Nos obliga a pensar en otras opciones de vida que impliquen, para empezar, la desaceleración del patrón de consumo actual, al tiempo que se construyan democráticamente sociedades más humanas y sustentables.

Se trata de construir una sociedad sustentada en la armonía de las relaciones de los seres humanos con la naturaleza, con los seres vivos, de los seres humanos consigo mismos y de los seres humanos con los otros seres humanos. Esta noción, que vive en las percepciones de los pueblos indígenas desde hace mucho tiempo atrás, no implica una visión milenarista de un paraíso armónico, ni tampoco una ingenua idealización que plantea una regresión a la premodernidad.

No debería sonar extraño que los humanos busquemos garantizar nuestra existencia en el universo a partir de una legislación y jurisprudencia que empiece por favorecer a quien proporciona nuestro sustento, nuestra Madre Tierra o Pacha Mama.

Los derechos de la naturaleza plantean un desafío a la ciencia jurídica. De lo que se trata es de expandir y completar el paradigma de los derechos humanos (visión antropocéntrica) incluyendo el de los “derechos de la naturaleza” (visión biocéntrica). Los Derechos Humanos se complementan con los Derechos de la Naturaleza, y viceversa.

Reconocer Derechos a la Naturaleza supone una transformación del pensamiento jurídico, exige un desplazamiento epistemológico que retoma y actualiza los saberes, conocimientos y ciencias ancestrales de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos interculturales, afro latinoamericanos, complementándolos con los saberes ecológicos, tecnológicos, y ciencias multidisciplinarias de las teorías de la complejidad, de las teorías críticas al desarrollo depredador y la modernidad. Reorienta a los seres humanos, comunidades, sociedades, pueblos y gobiernos a defender, proteger, mitigar y restituir a la Madre Tierra de manera complementaria, defendiendo la vida y a los seres cobijados y contenidos en el gran hogar de la Madre Tierra y reencontrarse y reintegrándose a ella de una manera complementaria y estableciendo reciprocidad con la naturaleza y los seres que la componen.

La vertiente jurídica de los derechos de la Madre Tierra afirma que el derecho y las formas de gobernanza son construcciones sociales que evolucionan con el tiempo y cambian según las nuevas realidades. La corriente jurídica propone desarrollar una jurisprudencia centrada en la Tierra y no sólo en el ser humano, y un nuevo marco legal e institucional que incluya los postulados de las corrientes científica, ética e indígena para acelerar el cambio que necesitamos. Se pregunta cómo repensar el orden jurídico e institucional para posibilitar el bienestar de la Tierra y de todos sus componentes. Cómo pueden nuestros marcos legales y normativos reflejar el hecho de que la naturaleza tiene un valor intrínseco. Cómo construir una gobernanza que contribuya a evitar desequilibrios catastróficos en el planeta.

Los seres humanos forman parte del conjunto innumerable de seres vivos, son parte de la naturaleza, en este sentido no son el centro de la Madre Tierra ni del cosmos; al ser parte deben compartir con los demás seres, coexistiendo de manera complementaria y recíproca, coadyuvando a la armonía y convivencia. Reconocer Derechos a la Naturaleza es el grito de los mismos seres contra la contaminación, degradación, depredación ambiental, crisis ecológica, inequidad social, explotación, desigualdad y despojamiento de la Madre Tierra.

Veinte siglos para declarar “personas” al conjunto de los seres humanos, después de racismos y genocidios múltiples, ayudan a comprender las resistencias actuales para declarar que, además de nosotros, hay otros que tienen derechos. La historia de la problemática en Occidente depara escepticismo aun cuando muchos de los principios de la ecología provienen de allí; no obstante ello se puede partir de la hipótesis Gaia para llegar a los debates actuales de América Latina, herederos de pensamientos aymaras, quechuas, mayas, etc., en los que, independientemente del nombre e imagen que asuma la Madre Tierra, comportan un sentido profundo de unidad de los seres humanos con ella, sin la pretendida distancia y superioridad que se impuso.

No hay nada que impida que demos ese paso.

Lo que guardan las montañas

Marina Otero Verzier

Los sueños energéticos se hacen realidad, con demasiada frecuencia, a costa de las vidas de los pueblos indígenas, las comunidades locales y sus ecosistemas. Bajo el pretexto del progreso, estos grupos son retratados como atrasados o incluso inexistentes, sus cuerpos y territorios equiparados a recursos a extraer, sacrificados a la lógica del beneficio económico y el “desarrollo”. Los futuros verdes post-combustibles fósiles no son una excepción. Siguen dependiendo de industrias extractivistas que abren heridas en montañas y comunidades, en su suelo y en sus profundidades, rompiendo en pedazos todo lo que existe para explotarlo y así mantener viva la promesa de un crecimiento infinito. Todo este “desarrollo” se realiza a expensas de estas comunidades que llevan la carga por todos nosotros.

Covas do Barroso es una de las zonas afectadas por nuestros deseos compulsivos de obtener más energía y, en particular, más baterías. Situada en una región montañosa del norte de Portugal, lugar de biodiversidad y de tradiciones culturales ancestrales, la comunidad de Covas ha sido convertida en zona de sacrificio. Sus tierras contienen litio. Desde 2016, el Gobierno portugués, el Gobierno español y la Comisión Europea han impulsado proyectos de extracción en esta región que ahora se anuncia como una de las mayores reservas de litio de Europa. Estos esfuerzos se han intensificado aún más y han sido reivindicados ideológicamente por el Green Deal de la UE en 2020 y la inestabilidad geopolítica y la escasez de energía de 2022.

Bajo el pretexto de una economía verde y de la independencia energética, la UE presenta la extracción de litio como un paso necesario hacia esta transición y lo promociona falsamente como generador de empleo. Las multinacionales que operan en la región, como Savannah Resources, no sólo están interesadas en lo que guardan las montañas. La posibilidad de extracción del litio y los derechos de prospección y explotación son, en sí mismos, una mercancía, un futuro, que las empresas compran y venden, haciendo dinero con la eventual extracción y la consiguiente destrucción de un ecosistema.

A pesar de operar bajo la denominación de “energía limpia”, las minas de litio tienen un impacto a largo plazo sobre la calidad del aire, el agua y el suelo, así como sobre la vida de los seres que dependen de ellas, más allá del pozo. La perspectiva de la degradación ambiental y social de lugares como Covas do Barroso se presenta como el mal menor frente a la dependencia de la industria de los combustibles fósiles. Desde 2018, sus habitantes -apoyados por una amplia gama de actores sociales y comunidades afectadas por la extracción de litio en Argentina, Bolivia, Chile, Serbia y España- han mantenido una oposición directa y legal contra proyectos como la Mina do Barroso, una megaminería a cielo abierto que amenaza este patrimonio mundial agrícola. A raíz de las protestas en todo Portugal y fuera de sus fronteras, el Estado portugués redujo a 6 el número de posibles explotaciones mineras. Covas de Barroso se encuentra entre ellos, todavía amenazado por los futuros verdes occidentales y, en particular, europeos, alimentados por litio.

Aida Gomes y Nelson Gomes, representantes de “Unidos en Defensa de Covas do Barroso”, una organización de conservación medioambiental creada en defensa de los intereses de las comunidades, están sufriendo los efectos de estos futuros. Algunos se preguntan, si no es en Covas do Barroso, ¿dónde?, aceptando la destrucción como el coste inevitable del progreso. La verdadera cuestión, sin embargo, es si estamos preparados para resistir a nuestros deseos compulsivos y vivir adecuadamente en la Tierra. La llamada transición verde es en vano si no se hace junto a una reconsideración de la ética de una sociedad fundada en el extractivismo y el consumismo. Incluso cuando nos enfrentamos a la catástrofe climática, tendemos a hacer inevitable la necesidad de más energía y confiamos en encontrar nuevas soluciones técnicas en lugar de adoptar otras formas de vida.

En este contexto, imaginar nuevas culturas energéticas es primordial para abrazar una forma diferente de estar en el mundo. Como sostiene el filósofo Michael Marder, concebimos la energía como algo que guarda la Tierra o que almacenan nuestros cuerpos y baterías, que eventualmente podría liberarse para ponerse al servicio del trabajo. Esta concepción problemática de la energía supone la destrucción de cuerpos y ecosistemas mientras buscamos y extraemos energía. Apostamos y subastamos el futuro mientras llevamos a cabo acciones que eliminan la posibilidad de un futuro.

La riqueza de las montañas
Covas do Barroso forma parte de una zona mayor amenazada por la extracción de litio. Trás-os-Montes e Alto Douro, situado en el extremo nororiental de Portugal y el sur de Galicia en España, es conocido desde hace mucho tiempo por las riquezas que esconden las montañas. Aquí, los minerales suelen extraerse a la fuerza de las entrañas de la montaña. A veces emergen inesperadamente en la superficie. El territorio posee la mayor cantidad de manantiales termales de la Península Ibérica, cuyas aguas curativas contienen los mismos recursos endógenos por los que excavan las empresas mineras.

Es paradójico que mientras la UE fomenta la minería en el territorio, y por consiguiente el agotamiento de la capa freática, también promociona la región como un destino de salud y bienestar basado en el agua y posiciona el agua, y el termalismo como recursos estratégicos capaces de dinamizar la economía de la región. La proliferación de proyectos mineros pone en riesgo la calidad y cantidad de estos manantiales locales y sus aguas minerales naturales, por lo que es necesario decidir qué futuro merecen estas comunidades y ecosistemas. “¡No a la Mina, Si a la Vida!” (Não às Minas, Sim à Vida) rezan los carteles, pintadas y pancartas que pueblan cada esquina de Barroso, palabras que también pronuncian los habitantes cuando caminan por las calles y pasan por delante de la sede de Savannah Resources.

La abundancia de minerales y fuentes mineromedicinales de esta región transfronteriza es conocida desde la época de los romanos. Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XIX y principios del XX cuando se convirtió en un destino de salud. Las aguas termales se formalizaron en fuentes, y éstas en sofisticadas arquitecturas balnearias como las de Verín, Vidago y Pedras Salgadas. El turismo, la vida social y la salud convergieron, convirtiendo la región en referencia del termalismo europeo. Por ejemplo, las aguas de Fonte Campilho eran célebres desde 1882 por sus propiedades curativas. Pero en 1895, cuando la fuente se transformó en Palacete Templo das Aguas, comenzó a explotarse comercialmente como Agua Mineral Gasocarbónica. Pronto se construyó cerca una industria embotelladora de agua mineral y de manantial, la fábrica Fonte Campilho. Ya sea bebiéndolas directamente de las rocas,degustarlas y bañarse en ellas mediante elaborados rituales, o consumirlas a través de versiones embotelladas y comercializadas (como Campilho, Pedras Salgadas y Cabreiroa), estas aguas han sido portadoras de aspiraciones de bienestar durante siglos.

Los balnearios erigidos en Trás-os-Montes e Alto Douro en los alrededores de manantiales ricos de litio coinciden con los de otras regiones europeas de la época, que ofrecían curas de baño y bebida a una sociedad agotada durante la era de la rápida industrialización. Sin embargo, con el avance de las ciencias médicas en el siglo XX, las industrias de aguas curativas decayeron y muchas de estas infraestructuras fueron abandonadas. No obstante, la obsesión del siglo XXI por el bienestar y la auto optimización ha revivido las experiencias termales de estos enclaves. Hoy en día, el agotamiento y la depresión -enfermedades del neoliberalismo- se tratan en un sistema de manantiales, ríos y baños termales que comparten terreno con posibles lugares de extracción de litio en toda Europa. Estos territorios de extracción, baño y consumo arrojan luz sobre el papel del litio como componente crítico de los proyectos energéticos y de bienestar. La búsqueda e ingesta de litio para baterías y aguas mineralizadas sigue la compulsión capitalista de poner cuerpos y montañas a funcionar dentro del mantra de la eficiencia y la productividad.

Reuniones
Las Termas de Bande, a orillas del río Limia, en Ourense (España), son una de las excepciones en las que la aparición de aguas mineralizadas curativas aún no se ha explotado comercialmente. Mucho antes de los avances del siglo XIX, los romanos ya elogiaban estas aguas como vitales para fines terapéuticos y recreativos. Entre los años 69 y 79 d.C., levantaron el campamento de Aquis Querquennis, que incluía un sistema de termas al aire libre que funcionaban entre 36 y 48 grados centígrados. En 1948, el emplazamiento sucumbió a los planes infraestructurales de la España franquista, en los que convergen el poder eléctrico y el político. El Aquis Querquennis fue anegado para construir la presa de As Conchas, construida con los ingresos de la minería de la wolframita y sus exportaciones a la Alemania nazi.

As Conchas alteró radicalmente la vida en la zona y pasó a simbolizar la lucha entre los proyectos energéticos y la conservación sociocultural y medioambiental. En 1985, casi cuarenta años después de su inauguración, el Ayuntamiento de Bande y la Confederación Hidrográfica comenzaron a recuperar vestigios de la infraestructura de baño romana y de una posterior del siglo XIX. Hoy en día, la gente sigue desnudándose y bañándose en As Conchas, flotando entre las aguas calientes ricas en litio procedentes de la montaña y las aguas frías del embalse que sumergen parcialmente las termas durante los meses de verano.

Estas experiencias corporales permiten comprender los intrincados procesos energéticos que nos conectan con otros y con el planeta. Mientras el extractivismo rompe suelos y comunidades, agotando tierras y cuerpos hasta el punto del colapso mental y medioambiental, las prácticas de cuidado colectivo se vuelven cada vez más importantes. Sumergidos en las aguas termales, en lo que Cheila Rodrigues llegó a definir como una “asamblea de baños”, los cuerpos honran lo que se ha convertido en un grito de guerra en la región: “El agua no se vende se cuida y se defiende”.

Defendiendo el territorio: Una conversación con Pedro Uc Be

Facilitada por Antonia Alampi

Pedro Uc Be es un poeta maya, traductor, organizador, activista, que vive en la comunidad de Buctzotz, a unos 90 km al noreste de Mérida, la principal ciudad de la región de Yucatán. Esta región está situada en la península que separa el Golfo de México y el Mar Caribe, y es uno de los treinta y dos estados de los Estados Unidos Mexicanos. La biodiversidad de Yucatán es extremadamente variada y abundante, y cuenta con un ecosistema único que abarca diferentes tipos de bosques (manglares, tropicales, subtropicales, estacionales perennes, sabanas, etc.). La conservación de este ecosistema también se debe a la protección del pueblo maya y a sus prácticas y conocimientos muy complejos y holísticos de gestión del territorio en torno al cuidado de la Tierra, factor que les permitió cohabitar el mundo natural durante miles de años, sin destruirlo y mientras atravesaban cambios extremos y desastres naturales.

Conocí a Pedro a principios del 2021, cuando me presentó el trabajo de la Asamblea por la Defensa del Territorio Maya y es su trabajo en el que se centra esta conversación. Particularmente, sus puntos de partida y motivaciones, sus estrategias y formas de organización. La esperanza es que esta historia y las experiencias de las que habla puedan servir de inspiración para situaciones similares pero diferentes, para formas colectivas y comunitarias locales de lucha contra la extracción, la expropiación de tierras o la devastación ecológica.

Es sobre todo una forma de leer, o de escuchar, las palabras de personas que llevan siglos viviendo de forma sostenible y gracias a las cuales se protege la mayor parte de la biodiversidad que queda en el mundo. Comunidades que siguen encontrando formas de defender sus territorios y todas las vidas que hay en ellos a pesar de la colonización, la marginación, la expropiación, los efectos de la agricultura industrial o de los megaproyectos de turismo de masas.

Una breve conversación que puede acercar al lector un poco más a la comprensión de cómo eventualmente unirnos por lo que es una situación en la que somos fundamentalmente codependientes y corresponsables.

AA: ¿Puedes describir brevemente la Asamblea por la Defensa del Territorio Maya?
¿Qué hace y de dónde viene la necesidad de su trabajo?

PU: En la ciudad de Mérida, el 13 de enero del 2018 nos convocamos los que somos mayas campesinos, ejidatarios, colectivos, niños, mujeres y hombres afectados en su tierra y territorio por megaproyectos desarrollistas que ocupan grandes extensiones de tierra para el monocultivo de soja, para la construcción de granjas porcícolas, para la construcción de parques eólicos y fotovoltaicos, para la construcción de grandes hoteles, restaurantes y fraccionamientos y finalmente el tren mal llamado maya. Después de escucharnos y compartir nuestra palabra entre las personas provenientes de veinticinco comunidades mayas de la Península de Yucatán, acordamos organizarnos en una asamblea defensora del territorio maya con el nombre de Múuch’ Xíinbal (caminamos juntos). Se nombró una Comisión de Seguimiento (CS) para materializar los acuerdos tomados. El trabajo de esta comisión gira en torno a por lo menos cinco estrategias que son la mediática o de difusión, la jurídica, la de alianzas con otras organizaciones o colectivos, la de formación política comunitaria y de organización. La Asamblea se reúne por lo menos una vez al año, pero la Comisión de Seguimiento está en permanente contacto con las comunidades participantes con quienes se organiza para llevar a cabo su tarea. Como comunidades afectadas directamente por intereses del poder económico y político vimos la necesidad de reivindicar con todo nuestro esfuerzo los valores de nuestra identidad maya con la consigna de “La tierra no se vende ni se renta”.

A día de hoy, después de nuestros primeros años de caminar juntos, hemos descubierto que nuestro camino organizativo y de lucha es el correcto, lo hemos venido construyendo entre todos, es una faena o fajina como le decimos por estos lugares, algunos de la CS nos ocupamos de recabar, filtrar, editar, sintetizar y traducir a la lengua maya la información en medios nacionales y locales para llevar a las comunidades que tienen estas necesidades, con esta información que ya está limpiada de la propaganda del poder, generamos la reflexión de la comunidad que la recibe y en torno a ella se comienzan a tomar acuerdos. Producimos textos, infografías, vídeos, audios y hasta un podcast cada lunes en maya y en español que le llamamos la “No-Radio Múuch’ Xíinbal”, como material de trabajo informativo, de reflexión y formación en las comunidades. Implementamos un programa de formación política comunitaria con jóvenes de comunidades en lucha por conservar sus tierras y territorios, una vez al mes nos reunimos para desarrollar temas en torno a la identidad, los derechos, la milpa, los ritos etc. para reivindicar y fortalecer nuestra vinculación con nuestro territorio. Buscamos apoyo y acompañamiento jurídico para las comunidades que desean judicializar sus casos de defensa de sus tierras ante las instancias de justicia correspondientes como El tribunal Unitario Agrario, El Poder Judicial de la Federación o la Fiscalía en caso de ser necesario. Para la difusión implementamos una estrategia en redes sociales a través de la publicación de información que producimos desde las comunidades como sus procesos de lucha, sus exigencias, sus pronunciamientos, sus ruedas de prensa, sus infografías etc. Finalmente llevamos a las comunidades literatura maya como son poesía y cuentos o narrativas para fortalecer la lengua, la cultura y la identidad.

AA: Muchas gracias Pedro, es increíble el trabajo que hacen. Por eso quiero centrarme en profundizar en las prácticas para realizar tantos hilos de trabajo. Estoy segura de que, de hecho, sus estrategias son increíblemente inspiradoras para muchos.

En primer lugar, ¿cómo consiguieron reunir a tanta gente en 2018? Lo digo literalmente, ¿cómo reunieron a personas de tantas comunidades distantes? ¿Una llamada en Facebook? ¿Alguien escribió un cartel? ¿Mensajes de WhatsApp que se hicieron virales?

PU: A principios de 1986 trabajé como coordinador de un proyecto de formación teológica no-formal que abarca centros de estudio en toda la Península de Yucatán, más el Estado de Chiapas, este rol me permitió recorrer por primera vez la mayoría de las comunidades mayas para realizar talleres desde la perspectiva de la teología latinoamericana, así mismo me permitió conocer a muchas personas y conocer a muchos campesinos mayas que trabajan con alegría su tierra desde la identidad maya con mucha fortaleza. El siguiente recorrido Peninsular que realicé acompañado por el compañero Russell Pebá Ocampo, fue para realizar talleres en muchas comunidades y ejidos, la intención era discutir por medio de estos espacios la reforma constitucional al artículo 27 que desde nuestro punto de vista era el marco legal para el inicio del despojo de la tierra a los campesinos mayas y de todo el país, usamos también el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) recién ratificado por el gobierno mexicano. En ese contexto participamos en la Campaña 500 años de resistencia indígena, negra y popular para denunciar la celebración que preparaban los países invasores y colonialistas, corría para ese entonces el año de 1992. Dos años después hace su aparición pública el Ejército Zapatista de liberación Nacional (EZLN) para reivindicar los derechos de los pueblos indígenas del país y nos sumamos a sus demandas como pueblo maya. A partir de esa experiencia nunca hemos dejado de recorrer las comunidades para escucharlas, conversar con ellas, leer con ellas, celebrar con ellas y llorar con ellas. Algunas organizaciones de la sociedad civil, en algunas ocasiones nos invitaban para facilitar talleres de derechos humanos y derechos indígenas en particular y de nuevo visitamos las comunidades, es decir nuestro contacto con el territorio maya ha sido permanente desde finales de los años ochenta del siglo pasado. Fundamos en la Península de Yucatán un caminar que le llamamos teología india que tuvo su origen en San Cristóbal de las Casas Chiapas, por más de 20 años este espacio ha servido para fortalecer la identidad de nuestras comunidades en el sureste del País. Pero la experiencia se hizo visible con la llegada del internet y las redes sociales, entre tantos conversatorios con comunidades, hubo uno en particular en el que contamos cómo estábamos apoyando a algunas comunidades de Quinta Roo a defender sus tierras del monocultivo de soja transgénica promovido por Monsanto, entonces el anfitrión hizo una transmisión en vivo en una de las redes sociales, así fue como recibimos muchas solicitudes de comunidades que querían información sobre la defensa de la tierra y el territorio porque estaban siendo despojadas por megaproyectos como son los parques de energía renovable, granjas porcícolas e inmobiliarias entre otras. Fue cuando lanzamos una invitación para reunirnos en la ciudad de Mérida, debido a que ya muchas comunidades nos conocían desde hace muchos años respondieron a nuestra convocatoria y con eso, ellos dieron a luz esa niña que hoy conocemos como Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal.

AA: A partir de ahí, ¿cómo toman decisiones colectivas? ¿O son colectivas? ¿O tienen que ser siempre totalmente colectivas? ¿Cuántas personas o comunidades son las que toman decisiones? ¿Hablas de la Comisión de Seguimiento, cómo se formó y con cuanta gente cuenta?

PU: La CS fue nombrada por la Asamblea fundacional, se reúne una vez por semana vía zoom para compartir sus actividades, para discutir situaciones y para acordar nuevas actividades, está conformada por al menos diez personas de diferentes comunidades de la Península, en caso de urgencia para atender una comunidad o tomar una decisión difícil se hacen enlaces por teléfono o vía grupo de WhatsApp, es el espacio donde se toman las decisiones, donde se discute y se acuerda.

AA: ¿Participan en el movimiento tanto jóvenes como ancianos, y diferentes géneros? ¿Cómo facilitan la participación colectiva entre personas diferentes? ¿Hay metodologías para facilitar diálogos y compartir?

PU: Una de las características de la cultura maya es su talante comunitario, es una cultura nosótrica, no individualista, aunque a día de hoy la colonización ha permeado con su individualismo en muchos espacios, sin embargo, la Asamblea Múuch’ Xíinbal reivindica la comunitariedad en la que se compone no solo de personas sino de animales, pájaros, agua, tierra, viento etc. por eso es de suma importancia para nosotros como movimiento que sea comunitario, donde tienen qué estar los ancianos por su experiencia y conocimiento para aconsejar, los jóvenes para dar fuerza y soñar, los niños para aprender a caminar nuestras veredas y todos y todas de manera comunitaria sin discriminación por discapacidad o por género, simplemente son asumidos como cada uno por igual porque son todos parte de la comunidad como lo es también el viento o los pájaros. La estrategia que no estoy seguro si alcanza a ser una metodología, es llevar la información que recabamos sobre el interés de la comunidad y compartirla para que ellos la discutan entre sí o con nosotros, así mismo leemos poesía maya o historias, que occidente llama cuentos, pero que para nosotros son historias nuestras, de nuestros ancestros; a veces leemos las leyes establecidas por el Estado y comparamos con ellos los criterios de justicia de occidente con lo que nosotros como pueblo maya entendemos y asumimos como justicia.

AA: Tiempo y posibilidades: ¿todo se basa en un trabajo voluntario en la Comisión de Seguimiento? ¿Los apoyan algunas organizaciones? ¿Los miembros hacen pequeñas donaciones? ¿Quizá ni siquiera de dinero, sino de cosas diferentes?

PU: Todos y todas somos voluntarios, toda vez que no somos acompañantes de las comunidades sino somos las comunidades directamente afectadas por los proyectos despojadores de nuestro territorio. Algunas organizaciones nos han apoyado con material didáctico, o equipo de cómputo que es fundamental en nuestro trabajo, en la difusión de nuestro trabajo, pero lo fundamental es el tiempo, el compromiso, la habilidad, el conocimiento y también los diferentes medios con que cada integrante de la CS cuenta para llevar a cabo nuestra tarea con nuestras comunidades, como una bicicleta, una motocicleta, un carro, un teléfono celular, una conexión a internet etc. que cada quien aporta desde sus posibilidades, así como espacios para dormir o comida.

AA: ¿Cuáles son los problemas más complejos del trabajo colectivo y comunitario? ¿Hay consejos?

PU: La estrategia de contrainsurgencia del gobierno y las empresas desarrollistas y despojadoras del territorio son los problemas más difíciles. El gobierno lanza programas asistencialistas en las comunidades para romper la comunitariedad, compra voluntades, corrompe con dinero a los líderes comunitarios, desintegra familias, usa la escuela para desorientar, usa las iglesias, principalmente las denominaciones modernas que hablan de la teología de la prosperidad o gospel de los neopentecostalismos, bombardea con propaganda, aplica programas de cooptación y destrucción de la identidad sembrando el individualismo, y por si fuera poco, los partidos políticos terminan por romper cualquier intento de comunitariedad.

AA: Si tuvieran que decir uno o más apoyos que realmente podrían aprovechar desde fuera del propio grupo, ¿cuáles serían?

PU: Será de mucha ayuda para nosotros que nos conozcan, que entiendan cómo nos organizamos para hacer nuestra lucha, que nos escuchen, y después, que conversemos en lo que podemos compartir con todos y todas las que comparten nuestro corazón de maíz, nosotros creemos en el intercambio, en compartir nuestra palabra, nuestro maíz, nuestra mirada, nuestros sueños; queremos dar, queremos que haya una mesa grande en una casa grande en donde estén todos y todas como en un altar, donde todos los colores de maíz estén representados como una milpa bien lograda, creemos que lo primero es hacer comunidad para que nuestras jícaras tengan sabor a pozole con miel de nuestras hermanas abejas nativas.

La Puna no es un triángulo

Godofredo Pereira

Bajo el disfraz de la transición “verde” y la puesta en marcha de vías de descarbonización, ha surgido una nueva frontera de expansión capitalista, en forma de carrera planetaria por minerales como el cobalto, el cobre, las tierras raras y, en particular, el litio. La mayor parte de las reservas mundiales explotables de litio se encuentran en una zona conocida comercialmente como el “triángulo del litio”, una figura geométrica delineada por los salares de Uyuni en Bolivia, Atacama en Chile y Hombre Muerto en Argentina. Los salares son fondos lacustres desecados con depósitos subterráneos que contienen altas concentraciones de sales disueltas, como litio, potasio y sodio.

En 2017, creé el estudio de investigación Lithium Triangle, en el Royal College of Art de Londres, con el objetivo de examinar los impactos socioambientales de la extracción de litio. Se trataba de una colaboración de estudiantes y profesores de arquitectura medioambiental del RCA, con abogados, arqueólogos, líderes indígenas y otras personas que trabajan en el desierto de Atacama, en Chile. En aquel momento se publicaba muy poco (tanto en los medios académicos como en los periódicos) sobre las repercusiones negativas de la extracción de litio, por lo que parecía crucial poner en primer plano las realidades de la “transición verde”.

Aunque la plataforma ea-lithiumtriangle.org muestra la mayor parte de los trabajos colectivos e individuales que hemos desarrollado durante estos años, a continuación hablaré de los aspectos que me han parecido más significativos. Nuestro trabajo se centró principalmente en el Salar de Atacama. Sus condiciones climáticas hiperáridas lo convierten en un lugar perfecto para la extracción de salmueras ricas en litio. Esto implica bombear las salmueras ricas en sal desde debajo de la corteza del salar, a una serie de grandes estanques poco profundos. Con un contenido inicial de 200 a 1.000 partes por millón (ppm), la solución de salmuera de litio se concentra mediante evaporación solar para alcanzar una proporción de hasta 6.000 ppm de litio al cabo de 12 a 16 meses. Esto significa que, de media, por cada tonelada de litio se necesitan 500.000 galones de agua. Las empresas mineras de litio y cobre poseen la mayoría de los derechos para extraer agua del acuífero, lo que facilita tasas de bombeo de agua que superan su capacidad de recarga. El agua es crucial para todas las operaciones mineras, no sólo para el procesamiento del material, sino también para la fijación del polvo y para beber. Es decir, se están produciendo tasas obscenas de extracción de agua en el desierto más árido del mundo. Y en toda la región, la extracción de litio se está expandiendo a docenas de otros salares – incluyendo el Salar de Uyuni en Bolivia, que contiene los mayores recursos de litio del mundo, y cuyo gobierno firmó recientemente (enero de 2023) un acuerdo para la extracción de litio con un consorcio liderado por CATL, el mayor fabricante de baterías del mundo. Después de la plata, el oro, el nitrato y el cobre, el litio continúa la larga historia de la extracción en Atacama.

Los gobiernos y las empresas mineras han descrito históricamente el desierto como vacío -despoblado-, ocupado sólo por pequeños grupos de pueblos “subdesarrollados” o “primitivos”. Es evidente que estas descripciones y su racismo explícito tienen como objetivo facilitar los procesos de apropiación de tierras para la extracción de recursos. El desierto siempre ha sido la figura más exagerada de la mirada colonial-extractiva, un mundo descrito como inhumano, la presupuesta imposibilidad de habitarlo justifica su papel de zona de sacrificio. Me resulta obvio cómo, en su pura construcción geométrica, la idea de un “triángulo de litio” capta la esencia del saqueo colonial: la proyección de la mirada extractiva sobre territorios y comunidades, una geometría pura que ve tanto como “no ve”, que en el mismo gesto de exhumar riquezas preciosas, trayendolas desde abajo, borra todas aquellas que considera no preciosas, sean humanas o de otro tipo, convertidas en inanimadas, inhumanas, invisibles, irrelevantes.

Aunque la investigación más amplia del estudio se ha centrado en el litio a escala local y mundial, tanto contemporánea como histórica, los esfuerzos de diseño se centraron en estrategias para recuperar la tierra del control de las empresas mineras. Nuestras colaboraciones con equipos de defensa y organizaciones indígenas exploraron arquitecturas de detección y control medioambiental para que los habitantes de la zona las utilizaran contra las empresas mineras. En su primera fase, el proyecto se basó en el creciente campo de la contra cartografía, así como en el emergente enfoque forense del activismo arquitectónico, y utilizó la teledetección, el análisis multiespectral y los SIG para elaborar informes sobre los cambios medioambientales que se utilizarían en los litigios. Asimismo, propusimos herramientas que permitieran interpretar las observaciones sobre el terreno en relación con datos invisibles como los límites de las concesiones, la ubicación de los acuíferos, la profundidad del suelo, las mediciones del agua y el viento en tiempo real y la salud de la vegetación en el tiempo.

Muchos de nuestros estudiantes sugirieron dispositivos colaborativos de agregación de datos, incluyendo plataformas en línea, aplicaciones y sistemas de RA. Exploramos cómo estos podrían entrar en composición con modos no académicos de producción de conocimiento, incluyendo historias orales, conocimiento ambiental de los agricultores y tradiciones de conocimiento atacameñas de reciprocidad, cuidado y respeto por los ancestros. El otro componente clave del trabajo fue complementar las luchas por la tierra con propuestas de cuidado y mantenimiento del medio ambiente. Colaborando con los ayllus de Tulor y Beter, San Pedro de Atacama, desplegamos aspectos conceptuales y prácticos del pensamiento medioambiental atacameño para abordar los retos contemporáneos en torno a la gestión de la tierra, la desertificación, la escasez de agua y la justicia reproductiva. Muchas propuestas se centraron en las posibilidades del turismo basado en la investigación, las pedagogías ambientales y los nuevos tipos de economías botánicas, para la constitución de alternativas a la falta de empleos locales fuera de las industrias extractivas.

De manera general, pudimos confirmar hallazgos previos sobre los impactos de la extracción. Mediante un análisis plurianual por teledetección, hemos observado que la extracción de agua para la minería del litio y el cobre ha afectado a las lagunas y a la capa freática del Salar de Atacama, que la profundidad de la capa freática ha disminuido de forma constante y que la cubierta vegetal ha disminuido en los bordes del Salar. Nos encontramos con casos en los que los ecosistemas animales y microbianos se han visto afectados por la reducción de los niveles de agua, por los cambios en el flujo de agua y por los cambios en la composición química del agua; observamos cómo el polvo y las partículas liberadas por las actividades mineras generan una neblina blanca que se encuentra de forma permanente sobre el Salar. Comprobamos cómo se extrae agua no sólo en el Salar, sino también corriente arriba, cerca de los pequeños oasis que lo rodean, asentamientos precarios que dependen en gran medida de la poca agua que baja de la cima de las montañas. Comparativamente, confirmamos que las comunidades atacameñas que rodean el Salar de Atacama poseen una cantidad de derechos de agua apenas suficiente para su supervivencia.

A nivel personal, el aspecto más importante que he observado es el deterioro de las ecologías mentales en todas las comunidades del Salar. Se ha prestado poca atención académica al entrelazamiento de las ecologías sociales, materiales y mentales, ya sea en Atacama o en otros lugares. Y menos aún a los impactos mentales y psicológicos del extractivismo. Y, sin embargo, es innegable. La contaminación mental extractivista se manifiesta en el recelo reinante y en los conflictos intracomunitarios centrados en las diferentes relaciones con las empresas mineras. Las razones son múltiples: a veces se trata de posiciones divergentes sobre la compra de tierras por parte de las empresas mineras; a veces es el resultado de los impactos directos de la extracción sobre los modos de existencia agrícolas; otras veces se debe a la pesada carga que supone impugnar el extractivismo; y con frecuencia es un problema de decisión sobre las indemnizaciones, vistas por unos como un mal menor y la oportunidad de beneficiarse al menos en algún aspecto de una situación calamitosa, y por otros, como una traición a la lucha por la protección de los territorios ancestrales. Todos estos aspectos se ven magnificados por la presión política y financiera tanto del Estado como de las empresas mineras sobre los líderes y representantes locales. En Atacama, como en cualquier otra zona de extracción de recursos, la llegada de la minería supone una drástica reducción del abanico de futuros posibles, un trauma tanto para el medio ambiente como para sus pueblos.

Este proyecto llegó a su fin en 2022. Y, sin embargo, puso de relieve la importancia de resistirse a la multiplicación de los “triángulos de litio” en todo el mundo. Atacama es uno de los muchos territorios del mundo que se encuentran en primera línea de un proceso de desarrollo del que los afectados apenas se benefician. En los dos últimos años he participado en luchas similares en el norte de Portugal, de donde soy, y donde varios proyectos de extracción de litio amenazan entornos ancestrales únicos. Aunque centrarnos demasiado en el litio puede hacer que no veamos el bosque por los árboles (el verdadero problema es la dependencia capitalista del extractivismo, y el litio es sólo uno entre muchos otros metales necesarios para la actual “transición”), observo cómo la hipocresía con la que se comercializa como “verde y limpio” ha llevado a mucha gente a unirse a la lucha. Muchas personas de todo el mundo están “diciendo la verdad al poder” sobre el cinismo de una “transición verde” liderada por las empresas extractivas en lugar de por verdaderas preocupaciones medioambientales o climáticas. La Declaración de Jadar, firmada recientemente por grupos ecologistas serbios, chilenos, argentinos, portugueses y estadounidenses, demuestra la importancia de las alianzas internacionales. Pero aún queda mucho por hacer.

Como investigador, mi objetividad no se basa en una especie de distanciamiento neutral, sino en adoptar una postura clara. Necesitamos urgentemente que los múltiples mundos del mundo hagan causa común si queremos resistir a las máquinas excavadoras del capitalismo. El extractivismo inventa constantemente “triángulos de litio” y pseudogeografías similares para justificar la creación de zonas de sacrificio. Pero se trata de entornos reales, habitados por muchos seres y formas de vida diferentes, ya sean microbianas, vegetales o humanas, ancestrales, terrestres o celestes. El desierto no es un triángulo; Uyuni no es un triángulo, y sin duda, la Puna de Atacama no es un triángulo.

Disputar futuro – Resistencias al extractivismo predador colonial del litio

Melisa Argento

El brillo ciego que tienen las narrativas en torno al litio se expande a enorme velocidad, invisibilizando los impactos sociales y ambientales que representan para nuestra América Latina.

Sin duda el mundo debe abandonar el patrón fósil predador de la naturaleza y la vida. También, las pautas de consumo hipermaterializadas y descartables de los bienes, la concentración económica del capital y los modos de vida imperiales favorecidos por un sistema energético desigual. Pero lo que realmente está en juego es cómo será ese nuevo mundo, y de momento no vamos ganando esa batalla de sentido. Las agendas globales para la transición energética, basadas en la descarbonización de las economías nacionales y la reducción de la emisión de Gases de Efecto Invernadero por la vía de mercados de carbono, son las claves de un nuevo régimen eco-tecno-corporativo global. Se trata de un nuevo pacto verde, neocolonial y extractivista que tiene entre sus metas el reemplazo de la infraestructura para energías “renovables” y la industria de la electromovilidad de consumo masivo. De hecho, el incremento de ventas de vehículos híbridos y/o eléctricos pasaría de poco más de 3 millones actuales a 26 millones para 2030 y 54 millones para 2040. A su vez, la industria electrónica de celulares, notebooks y tablets (por cierto, descartables) se ha potenciado a niveles ciertamente exorbitantes.

Asistimos a una guerra por los territorios, el marco de la creciente ampliación de la frontera extractiva del litio y otro conjunto de “elementos críticos para la transición” (Informe del Banco Mundial, 2020). La concentración económica en torno a la apropiación del litio, así como la pugna interimperial por el control de los conocimientos y patentes se insertan en el seno de una disputa geopolítica (GyBC, 2019) que hoy lleva a plantear incluso la militarización de zonas consideradas “fronteras” para el capital. Todas las potencias y corporaciones globales colocan su objetivo, en el histórico “patio trasero” de sus intereses tal y como lo afirmara sin pruritos recientemente la Jefa del Comando Sur de EEUU, Laura Richardson (Página 12, 2023). El capitalismo verde es hoy el patrón de acumulación. Por dar un par de ejemplos nomás la empresa Tesla, aumentó 700% su capitalización bursátil en el año 2020. China controla el 50 por ciento de la producción mundial de electromovilidad y es el principal productor y mercado de paneles solares, molinos eólicos, energía hidráulica, energía nuclear. Todos los fondos de inversiones más relevantes del mundo se reparten cual tablero de ajedrez los territorios y salares de Argentina y Chile donde se encuentra el litio, lo mismo hacen las automotrices más importantes del mundo (Toyota, BMW, VW, Nissan, General Motors, Audi, BAIC, y los gigantes Tesla y ByD). Las empresas electrónicas Samsung, Panasonic, Huawei o Apple, y las dedicadas al almacenamiento estacionario, como Vestas, LG Chem, General Electric. Se trata de una dinámica que hemos denominado “acumulación por desfosilización y despojo” (Argento Slipak y Puente, 2022), una carrera por el control de los recursos, las patentes y conocimiento, en condiciones de crisis socio-ecológica y civilizacional.

Argentina, Chile y Bolivia poseen en sus salares altoandinos un 53% de las reservas globales y cerca de un 58% de los recursos (USGD, 2021) de litio. Esto ha convertido a la histórica región socio cultural de Atacama (Argentina, Chile y Bolivia) en el mal llamado “Triángulo del litio”, un territorio reinventado para el capital. La imagen proyectada es la de un nuevo desierto, construido como una cantera de “recursos” esperando ser “descubierta”. Igual que hace más de cinco siglos. Colonialidad y dependencia renovada que opera profundizando las desigualdades e injusticias sociales y ambientales y los conflictos ecológicos-distributivos, trasladando los costos socioambientales, la violación de derechos y despojando poblaciones.

En extremos opuestos y matrices socio-estatales completamente diversas Chile y Bolivia comparten algo y es el hecho es que el Estado tiene tratamiento sobre el litio y lo considera un recurso estratégico. Aunque considerarlo estratégico no dice nada per se. Chile es el segundo exportador mundial -luego de Australia-, con más de cuatro décadas de sobre-explotación monopólica de este recurso en el Salar de Atacama por las firmas SQM y Albemarle. En este país el litio fue declarado estratégico en los años 70, quedando la negociación de los contratos en manos del Estado por medio de instituciones centrales como la CORFO en el marco de la expansión de una normativa neoliberal. Si bien en 2015 una Comisión Nacional del litio realizó de propuestas destinadas a incrementar la captación de renta y las reparaciones hacia las poblaciones afectadas, la ampliación del tiempo de los contratos y el avance de la frontera extractiva de litio hacia nuevos salares, perpetúan los rasgos de un perfil primario exportador, con armazón de políticas neoliberales y un Estado históricamente subsidiario. Incrementando extraordinariamente sus exportaciones en el último año, el gobierno de Boric acaba de presentar su Estrategia Nacional para el litio, con planificación y agregación de valor y con participación mayoritaria del Estado, pero lo cierto es que ésta se plantea con una composición accionaria público-privada, donde no se tocan los proyectos activos hasta su finalización en 2030 y 2043 (SQM y Albemarle respectivamente), expandiendo la actividad minera con control del Estado hacia otros salares. De manera que su real capacidad disruptiva con lo que se ha hecho hasta aquí, dependerá de la reglamentación futura sobre estos anuncios.

Bolivia es sin lugar a dudas, el país que intentó desmarcarse del horizonte colonial y dependiente en torno al litio. En el año 2009 se impulsó una política soberana que declaró al Estado dueño de los recursos evaporíticos en el salar de Uyuni, (el más grande de la región). Emanada desde organizaciones y movimientos de la región potosina y presentada al MAS al inicio de su gestión, la planificación consistió en tres etapas suponían lograr la elaboración de las baterías de litio bolivianas. Empero, persistentes dificultades con la técnica de extracción en condiciones climatológicas distintas a los salares de los países vecinos y diversos grados de concentración del litio en salmuera demoraron largamente los plazos y las ganancias previstas para el país y generaron no pocos conflictos con la región potosina que demanda, el aumento de regalías sobre los recursos localizados en sus territorios. Las presiones políticas fueron externas: desde la reticencia de las corporaciones con el know-how necesario a aceptar los términos soberanos de “llave en mano” para la elaboración de plantas, hasta la presión para que Bolivia flexibilizara las condiciones de negociación con el capital trasnacional. Luego de la interrupción total del proyecto bajo el gobierno de facto de Yanine Añez, la política del gobierno del actual Arce, incentiva la meta de exportación de litio aún a costa de la apertura al capital trasnacional. Para ello, ha firmado un convenio con un conglomerado de origen chino en la construcción de dos complejos industriales que utilizarían la técnica de extracción directa (ELD).

Lejos de estos intentos, Argentina expresa el triste ejemplo de la desregulación, la poca perspectiva y voluntad política, del “dejar hacer total”. Este país posee el marco normativo más favorable al capital trasnacional. La provincialización de los recursos sancionada en 1994, el Código de Minería que rige la actividad y la Ley de inversiones mineras de 1993, consolidan el saqueo del litio en el país sin ningún tipo de regulación específica. Las empresas y corporaciones extractivas deben aportar sólo un 3% del valor en boca de mina (el valor declarado por estas mismas firmas) a las provincias, e incluso algunas han bajado este margen. La lógica del capital presiona haciendo que las provincias compitan entre ellas por tornarse más “atractivas” para las inversiones que comportan los proyectos extractivos. Todo esto lleva a la flexibilización de los controles normativos no sólo en términos económicos, sino también a los impactos ambientales y los permisos para usos de agua.

En la actualidad, Argentina cuenta con sólo dos proyectos en etapa de extracción: El de la norteamericana Livent, que inició su explotación en los años 90 sobre el Salar de Hombre Muerto. Y el de Sales de Jujuy en la provincia homónima (ex Orocobre ahora Allkem de Australia), Toyota (Japón) y JEMSE (Jujuy), que inició su extracción desde el salar de Olaroz en el año 2015 y se encuentra en etapa de ampliación hacia duplicar prácticamente su capacidad. El tercero es Minera Exar (Jujuy) con un proyecto en fase de construcción en el salar Cauchari (con accionistas de la china Ganfeng Lithium, la canadiense Lithium Americas y una pequeña participación de JEMSE). Sin embargo, existen cerca de 50 proyectos en etapas previas en todo el país, y ya no sólo en la puna donde todos los salares se encuentran repartidos, sino en otras provincias y regiones, llegando incluso a la Patagonia. El país exporta hoy 40 mil toneladas de carbonato de litio, pero se pretende pasar a más de 300 mil toneladas, sin que exista ningún estudio ambiental integral y acumulativo acerca de qué significaría escalar esa cifra exorbitante.

La minería de litio es una minería de agua, que en las cantidades proyectadas, opera generando el riesgo de estrés hídrico, la posible salinización de napas dulces y/o la sequía de vegas u “ojos de agua” naturales que son las fuentes acuíferas para la vida en un ecosistema que se caracteriza por ser frágil. Las cifras de uso de agua para esta minería estimadas van desde 2 millones de litros de agua por tonelada de carbonato de litio hasta 5 millones en casos que varían de proyecto en proyecto (por las condiciones de cada salar, grado de concentración del mineral, y la técnica utilizada).

No hay futuro en el extractivismo del litio.

Las poblaciones y comunidades que habitan los salares y resisten el racismo histórico desde la época colonial, así como la conformación del Estado Nación, son las principales afectadas por la minería del litio. Se destruyen las actividades económicas productivas preexistentes, el trabajo ligado a la extracción de la sal, la agricultura y cría de animales, violentando los modos relacionales del cuidado con la naturaleza, los saberes y conocimientos ancestrales, las identidades y los cuerpos que resisten y re existen cotidianamente. El cuidado es uno de los ejes que articula la resistencia a la expansión incesante de la acumulación del capital. La defensa del territorio del agua-vida expresa una comprensión integral de las cuencas con sus salmueras, lagunas, vegas y bofedales. Estos humedales son reserva de conocimientos y saberes sobre la supervivencia de las especies y la vida humana en condiciones extremas, reguladores hídricos conformados por ciclos lentos y naturales, sumideros de carbono. Así, su defensa se articula en las luchas socioambientales que exigen la sanción de la #Ley de Humedales Ya! en Argentina.

Esto lo saben las comunidades kollas y atacameñas de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc que llevan más de diez años defendiendo sus territorios. “El agua vale más que el litio” dicen, “Nosotros no comemos baterías” afirman y en estas consignas de lucha expresan la crítica universal más radical contra los modos en que se está pensando una transición sólo para las potencias globales. Se trata de comunidades indígeno-campesinas que exigen el respeto a la autodeterminación territorial como lógica democrática de reconocimiento por ser quienes habitan estos territorios de manera ancestral. Rechazan las intervenciones empresariales de fragmentación organizativa o de “participacionismo débil,” y bregan por formas autodeterminación. Sostienen la defensa del agua y los salares como bienes comunes, y conciben el territorio integral como cuencas hidro-sociales. En sus luchas, exigen ser consultadas de acuerdo a la Consulta Previa Libre e Informada que rige el convenio 169 de la OIT y que se respeten todos los derechos indígenas constitucionales sistemáticamente vulnerados el país. Exigen la implementación de estudios de impacto ambiental sobre su territorio, y piden que se cumpla la normativa ambiental. Proponen lógicas de conocimiento basadas en la ecología de saberes, que reconozca, estudie y avale los saberes, experiencias y conocimientos locales.

Sus luchas se articulan con las de un conjunto de territorios afectados por la minería de litio en Antofagasta de la Sierra en Catamarca, así como en la región de Atacama y Copiapó en Chile, con comunidades Likanantay y collas, actores y asambleas socioambientales de estos territorios y movimientos que proponen la defensa de las cuencas de agua y de los salares y humedales altoandinos. Es en la articulación de sus propuestas, y con las que emanan de un conjunto de otros movimientos socioambientales, campesinos, sectores populares urbanos, feminismos, ecofeminismos y militancias juveniles, se encuentran las claves de los movimientos por una justicia que sea social y ambiental, o las alternativas hacia una transición socio ecológica justa y popular.

Referencias:

Agencia Internacional de Energía (2021). The Role of Critical Minerals in Clean Energy Transitions.

Argento Melisa, Ariel Slipak y Florencia Puente (2022). El litio y la acumulación por desfosilización en Argentina. En Svampa Maristella y Pablo Bertinat (Coords.) La transición energética en la Argentina. Una hoja de ruta para entender los proyectos en pugna y las falsas soluciones. Siglo XXI. Buenos Aires, 2022.

GyBC (2019) Triángulo del litio. Un área de disputa estratégica entre potencias globales en nombre de la transición energética. Informe del Grupo de Estudios en Geopolítica y Bienes Comunes. Instituto de Estudios de América Latina y El Caribe, diciembre de 2019.

Fornillo, Bruno (Coord.) (2019). Litio en Sudamérica. Geopolítica, Energía y Territorios. Editorial El Colectivo, CLACSO. Buenos Aires.

OLCA, (2020), Institucionalidad del diálogo territorial. La privatización del diálogo. Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales. Santiago de Chile

Página 12, 11/04/23. La jefa del Comando Sur de Estados Unidos vuelve a la Argentina, con la mira en los recursos naturales y el vínculo con China. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/539165-la-jefa-del-comando-sur-de-estados-unidos-vuelve-a-la-argent?ampOptimize=1

U.S. Geological Survey (2021) “Mineral Commodity Summaries 2021” U.S. Department of the Interior. United States of America.

 

Las cosas como son – De Greta Thunberg a Aerocene en Salinas Grandes

Graciela Speranza

Bastaría con la imagen que ilustra las tapas de El libro del clima (Lumen, 2022) de Greta Thunberg para calibrar la escala del desastre. Una serie de franjas verticales muestran el aumento progresivo de las temperaturas globales desde 1654 hasta 2021 en una especie de Agnes Martin colorido, obra colectiva del crecimiento afiebrado de la humanidad durante las últimas décadas. Cada una de las franjas indica la temperatura media de un año, desde el azul profundo de los primeros, los más fríos, hasta el rojo intenso de los últimos. Son las warming stripes, creadas por Ed Hawkins en la Universidad de Reading para mostrar de un vistazo el avance inequívoco del calentamiento global. Pueden descargarse gratuitamente de showyourstripes.info, incluso las de la Argentina, un cuadro abstracto del descalabro que también nosotros, ayudados por los países del Norte, supimos conseguir.

La imagen es inapelable pero apenas el disparador de una cruzada tenaz que cobra ahora la forma de un libro, una “Biblia del clima”, Aullido polifónico de un mundo dolido. “Decimos las cosas como son”, escribe Greta en uno de los prólogos que abren cada sección, porque cree que no sólo no somos conscientes de la emergencia, sino que no hemos caído en la cuenta de que no somos conscientes, una doble falta capital que solo se repara con información clara y certera. La historia que quiere contar —“la mayor historia del mundo”— podría comenzar con un par de cifras alarmantes. Las temperaturas globales medias han aumentado en 1,2 °C desde la era preindustrial y, aunque en el Acuerdo de París de 2015 casi todos los países del mundo se comprometieron a limitar el calentamiento por debajo de 2 °C (idealmente, por debajo de 1,5 °C), el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) estima que, con las políticas actuales, hacia 2100 alcanzará los 3,2 °C. Desoyendo las advertencias de los expertos (a fines de los setenta ya había consenso científico sobre el creciente calentamiento global), desde 1991 las emisiones anuales de carbono han superado las del resto de la historia humana. El crecimiento vertiginoso del siglo XX triplicó la población del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, cuadriplicó el consumo de agua, multiplicó la captura de peces marinos por siete y el consumo de fertilizantes por diez. Y aunque el mundo entero sufre las consecuencias, no todos somos igualmente responsables. El mayor crecimiento de población se dio en el Sur global y la mayor parte del consumo fue impulsada por Estados Unidos y Europa. El 10% más rico de la población mundial causa el 50% de nuestras emisiones de carbono, más del doble de las emisiones de la mitad más pobre del mundo.

Desconocemos el final de la historia, pero la ciencia cumple en recordarnos que en los últimos quinientos millones de años ha habido cinco extinciones en masa que acabaron cada una a su turno con tres cuartas partes de las especies del planeta, y nos encaminamos sin control hacia la sexta, la primera causada por un agente biológico, el ser humano, propulsor de “un crecimiento infinito en un planeta finito”.

Frente a una crisis multidimensional, las soluciones deberán ser colectivas pero también individuales. El punto de inflexión crítico para cambiar el comportamiento individual, apunta la sociología, es una minoría comprometida del 25%; la protesta popular, el activismo y los movimientos ambientalistas, sobre todo de jóvenes y mujeres, intentan alcanzarlo desafiando el silencio de los medios masivos. “Si se me preguntara qué industria es la más responsable de la destrucción de la vida en el planeta”, escribe George Monbiot, escritor y columnista de The Guardian, “diría que los medios de comunicación”. Con su complicidad, su ceguera o su desidia, “son el motor de persuasión que permite que el sistema de destrucción de la Tierra persista”. Se impone por lo tanto exigir plataformas ambientales claras a los partidos políticos, pero también reenfocar la atención del mundo, ganar espacios en los grandes medios y redoblar los esfuerzos en medios alternativos, buscando nuevos canales y alentando nuevas empresas colectivas. El gato y la caja, por caso, una plataforma de investigación y divulgación científica creada por un colectivo de jóvenes argentinos para generar contenidos de comunicación pública de ciencia en medios digitales — “más ciencia, en más lugares, para más personas”—, y una colección de libros, también disponibles en forma gratuita. En sintonía con la iniciativa de Greta, el último, Clima, hecho en forma abierta y en comunidad, convocó a un grupo de científicos, economistas y activistas, para contar “el desafío de diseño más grande de todos los tiempos” desde una perspectiva regional.

La voluntad individual, sin embargo, no alcanza para poner en marcha una renaturalización y una mitigación climática justa y equitativa. La bióloga ambiental Robin Wall Kimmerer propone “alinear las economías con las leyes de la naturaleza” y recuerda que “ecología” y “economía” comparten la misma raíz griega, oikos, que significa “casa”. No habrá descarbonización sin una profunda redistribución de la riqueza, asegura Thomas Piketty, y propone soluciones creativas: “Un modesto impuesto a escala mundial sobre la riqueza a los multimillonarios con un recargo por contaminación podría generar el 1,7% de los ingresos globales, lo que podría financiar la mayor parte de las inversiones adicionales necesarias al año para cubrir los esfuerzos de mitigación climática”. La propuesta es sensata en un mundo absurdamente desigual, pero no será fácil enfrentarse a la voracidad y la sordera social de los grandes consorcios.

En el discurso de la política, de la economía e incluso a veces en el de la ciencia reina un pragmatismo estrecho, incapaz de imaginar lo que vendrá. El arte, sin embargo, no se conforma con esa versión empobrecida de realismo. Los lenguajes del arte, en un diálogo abierto con otros saberes, otras formas de vida y otras especies, da entidad material y visible a las metáforas, revela los límites de la imaginación y vuelve realistas fantasías a primera vista impracticables.

Sucede en la comunidad Aerocene, que emprende desde hace años proyectos en red (“hacer algo”, dice Tomás Saraceno, “que ninguno de nosotros podría hacer solo”), en los que las fronteras entre ciencia, técnica, teoría social y arte se diluyen como la línea del horizonte del Salar de Uyuni, donde volaron sus primeros globos, hasta recomponerse en una práctica fluida que es su propia odisea del espacio y quizá su redefinición del arte en el siglo XXI. En enero de 2020, una mujer voló libremente en globo durante 16 minutos sin uso de combustibles fósiles, ni helio o litio, sobre el mar blanco de Salinas Grandes en la provincia de Jujuy. Vuela con Aerocene Pacha batió 32 récords con el vuelo más sustentable de la historia humana, llevando el mensaje propuesto por las comunidades indígenas, que desde hace más de una década luchan por sus derechos frente a la extracción de recursos de la región: “El agua y la vida valen más que el litio”. La proeza se registró en Pacha, el film que tres años más tarde, a mediados del pasado enero, se proyectó ante muchos de los protagonistas en San Francisco de Alfarcito, un pueblo de menos de cien habitantes, recostado entre las nubes en el altiplano jujeño, a 3.500 m de altura.

Allí mismo, la comunidad Aerocene reunió durante dos días a abogados ambientalistas, activistas de derechos humanos y derechos de la naturaleza, expertos en geopolítica y bienes comunes, escritoras y especialistas académicos en los conflictos de la región con un grupo numeroso de representantes de las comunidades indígenas de Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, para fortalecer la defensa del territorio, avasallado por un extractivismo de gran impacto ambiental, doblemente afiebrado con la demanda global de litio que promete instrumentar la electromovilidad. Las cosas como son: con escasísimos réditos para el país, un paradójico “colonialismo verde” que sólo beneficiará a la transición energética del Norte depreda los ecosistemas y los menguados recursos de los pobladores. Es hora de imaginar vías para nuestra transición energética con planificación estratégica justa y democrática, atenta al impacto ambiental. En la reseca cancha de fútbol de Alfarcito, una de las esculturas aerosolares de Aerocene remontó vuelo esta vez con una nueva consigna, epítome de la sinergia de los debates: “En complementariedad, cuidamos el agua”. Pero, ¿puede realmente el arte rediseñar el futuro?

Claro ejemplo de lo que el filósofo chino Yuk Hui llama “cosmotécnica”, la obra de la comunidad Aerocene aspira a una tecnología situada histórica, cosmológica y localmente. No quiere ampliar los límites del arte a expensas de la técnica, sino alentar un diálogo más ambicioso y prometedor. Hemos estado pensando desde la modernidad cómo los nuevos medios han cambiado los lenguajes del arte, pero sus proyectos interdisciplinarios han planteado una pregunta más importante y algunas respuestas inspiradoras: ¿cómo puede la imaginación del arte transformar la tecnología? ¿Cómo, por ejemplo, preservando ese continuo móvil de tierra y aire de los salares, restos frágiles de un paisaje sublime que las comunidades originarias han sabido conservar durante miles de años?

Los pueblos indígenas son apenas el 5% de la población global, se lee en El libro del clima, y ocupan menos de un tercio de los territorios del planeta, y sin embargo son responsables de preservar el 80% de la diversidad que vive en la Tierra. En el altiplano sediento de la Puna, siguen custodiando el agua y las salinas, en armonía inmemorial con el cielo estrellado, las llamas, las vicuñas, los cactus y algunos olivos.

La resistencia de comunidades originarias a la extracción de litio en una obra de arte en la Puna

Gabriela Cabezón Cámara

Estamos adentro de la luz: en el potrero de las llamas de Don Luis, rodeados de montañas, a casi cuatro mil metros del mar. El cielo es celeste, celeste. Las rocas, medio anaranjadas. Y, acá y allá, hay un poco de verde. Con estos tres colores, y el blanco plateado y celestial, reflejo y origen en el Big Bang, de las Salinas Grandes y la cuenca de la laguna de Guayatayoc él se las arregla para todo. Para brillar de hermosura y para vivir. Las llamas, cuando salen de su corral, nos miran con sus ojos redondos y grandes, de pestañas largas y muy arqueadas. Una por una: salen, nos miran fijamente, corren hacia el pastizal, se nos pierden. A Don Luis no. Él sabe dónde están aunque ellas corran en todas direcciones, a toda velocidad. Le pregunto qué son esas bolsas de nylon que cuelgan de alambres en una parcela que tiene cercada. Vamos hasta ahí y veo también al espantapájaros, muy elegante. “No funcionó”, se ríe Don Luis. Quedan tres o cuatro plantas de habas. “¿Y cuánto da cada planta?”, le pregunta el historiador Bruno Fornillo. “Dos toneladas”, le contesta Don Luis, serio. Espera el efecto del chiste, nos ve las caras, después larga la carcajada.

La socióloga Maristella Svampa, y la politóloga Melisa Argento, lo corean. Claudia Aboaf, la escritora de ciencia ficción, establece relaciones locas entre los astros y los animales.

Y estamos todos adentro de una obra de arte. Una especie de performance interespecies, intercultural e interdisciplinaria liderada por la comunidad Aerocene. Aerocene convocó y allá fuimos gentes de muy diversas disciplinas. Los ya nombrados y la ensayista Graciela Speranza, la galerista Orly Benzacar, la curadora Inés Katzenstein, los abogados de la Asociación de Abogades Ambientalistas, Gastón Chillier y Enrique Viale, científicos y técnicos espaciales y, claro, los más importantes en esta historia: las comunidades kollas y atacamas que resisten el avance bárbaro de la extracción del litio en sus territorios, los que habitan hace milenios en coexistencia con los todos los otros seres que los conforman. Verónica Chávez, presidenta de la comunidad de Santuario Tres Pozos, un pueblo de la cuenca, lo resume así: “Nosotros nos tenemos que defender del atropello, aquí hay comunidades que tanto como el zorro, la vicuña y el lagarto quieren vivir tranquilos”.

Esto es una obra de arte, decía, una obra de arte relacional llevada adelante con una imaginación, una ingeniería y una poética impresionantes. Los presentes estuvimos metidísimos en lo que hicimos. Convivimos con la comunidad en San Francisco de Alfarcito. Charlamos, fuimos parte de los talleres, aprendimos de su cosmovisión calma, tejida con la tierra como está tejida la vida misma y, es casi increíble dado la ferocidad voraz que enfrentan hace más de quinientos años, tan resistente.

Escuchamos acerca de los apus: los cerros protectores que están tan animados como nosotros. Antes de pensar que ese pensamiento es mágico, acuérdense de que se nos habla a diario de “los mercados” como si fueran dioses. No cabe duda de que los apus son más vitales que los mercados. Comimos guisos exquisitos. Compartimos platos, cubiertos, chistes. Miramos las estrellas. Muertos de frío, a la noche baja mucho la temperatura, nos sentamos de espaldas a las pocas luces del pueblo y ahí la vía láctea relumbrante, tan llena de estrellas y curvada que, Bruno Fornillo lo percibió primero que nadie, sentimos la forma de bóveda del cielo así como la habrán percibido los antiguos, los de antes de la polución lumínica y de las otras. Como la siguen percibiendo las gentes que viven en territorios que todavía no fueron del todo destruidos por Occidente, que no se cansa de escupir los huesos de todo lo que se traga. Nebulosas vimos. La cruz del sur como una señal ineludible. Las estrellas fugaces. Todos quisimos ver alguna: la propia, la de todos, la que fuera. Las vimos. Y después entramos a la casa a cantar y bailar juntos. ¿Cómo se cuenta un encuentro entre, hasta horas antes, desconocidos? ¿Cómo les cuento que fluyeron puentes entre todos y cada uno?

Puentes de ir y venir como si navegáramos en aguas tibias y, cada tanto, pum, un abrazo hecho de palabras o de cuerpos bailando y cantando o compartiendo cosas. Muchas cosas.

Nos trajimos historias hermosas, como la que nos contó Levi, un escritor de San Francisco de Alfarcito, que le contaba su abuela: antes, los ojitos de agua eran muy salvajes y se tragaban las llamas de los caravaneros de la sal. Había un ojo en el sur y otro en el norte de las Salinas Grandes. El abuelo se enteró de un modo de recuperar las llamas con la carga de sal: tenía que encontrar un caballo muy veloz, más veloz que el agua. Tenía que entrar por el ojo del norte corriendo tan rápido que las patas del caballo batieran el agua e hicieran burbujas. Hasta que las burbujas aparecían en el ojo del sur. Y entonces expulsaban a las llamas perdidas. “Ahora”, dijo Levi, “los ojitos son mansos”. “Claro”, dijo Claudia Aboaf, “ahora está en riesgo todo lo salvaje, todo lo vivo de este territorio”.

Asistimos a las asambleas de las comunidades —fueron gentes de muchos pueblos de las Salinas a San Francisco de Alfarcito, la sede precolombina del encuentro— que toman cada decisión a mano alzada, por consenso. Así salió, después de dos días de talleres, la consigna de la escultura aérea que la comunidad Aerocene creó para este evento: un globo hecho de un material ultraliviano que vuela sin quemar ni gastar nada. Con la energía del sol y del aire nomás. Ya lo había hecho en las mismas salinas en 2020. Las esculturas aerosolares fueron y vinieron en este cielo casi transparente logrando un montón de récords: fue la primera vez que un globo que no utiliza ningún combustible voló en el cielo de la Tierra. Operado por una mujer.

La consigna que votaron las comunidades para el globo-rombo de esta vez, dice: “En complementariedad, cuidamos el agua”. Y es que estamos hablando de un socioecosistema. Decirle ecosistema nomás podría suponer para algunos soslayar a las sociedades humanas que lo habitan. Decirle, a la tierra sobre la que avanzan como conquistadores brutales, desierto. Una operación fundante de nuestra Nación Argentina. Es lo que hace el oficialismo jujeño cuando decide pasar por alto la consulta previa, libre e informada a la que lo obliga el convenio 169 de la OIT, al que la Nación adhiere. El oficialismo nacional, hay que decirlo, no parece muy preocupado por la decisión del jujeño.

Las comunidades deben dar consentimiento, o negarse, a lo que se realice sobre sus territorios. La extracción de litio supone un gasto sideral de agua dulce. En un contexto de sequía. Y en un socioecosistema de escasez hídrica. Acá, a la forma de fluir subterránea del agua que viene de las vertientes de las montañas, les dicen venas. Y tienen razón: la salina está viva y el agua es su sangre. Si le cortan las venas, la matan. Lo que se está decidiendo, cuando se dan las concesiones a las grandes corporaciones mineras internacionales, es sacrificar un territorio. Y a sus habitantes. Como dice el abogado Enrique Viale, una visión “eldoradista”: ese fantasma que recorre Latinoamérica desde la conquista. Ese lugar todo de oro —materia prima, commodity, producto básico como la soja o el petróleo y, por supuesto, el litio— que nos va a hacer ricos de repente. No existe: no nos ha hecho ricos la soja transgénica con sus venenos, no nos ha hecho ricos Vaca Muerta, no nos va a hacer ricos el litio. Además, las empresas pagan a la provincia apenas el 3% del valor de boca de mina —menos muchos de sus costos que devengan— de regalías de lo que, según sus propias declaraciones juradas, sacan de las minas. Levante la mano el ciudadano que no apreciaría pagar impuestos según sus propias declaraciones juradas de ganancias, sin más control. Bueno, las mineras lo hacen. Y al gobierno nacional le pagan otra suma aun más ridícula: el 1%. Esto no tiene por qué ser así. No se puede decidir la destrucción de un territorio por sobre la voluntad de los pueblos que lo habitan hace milenios. No se puede decidir alegremente sacrificar al otro. Que además, es siempre el mismo desde hace más de quinientos años: el indígena. El derecho a la salud, al ambiente sano, entre otros derechos humanos, como señaló el abogado Gastón Chillier en el encuentro, son de los primeros vulnerados por las empresas extractivistas, los gobiernos que las avalan.

Y ahí estuvimos todos juntos. Vimos el estreno de Pacha, la película que Tomás Saraceno hizo con el director Maxi Laina. Es una película abierta, sin fin, y colaborativa. Como este mismo encuentro. Como la ceremonia de ofrenda a la Pachamama por las mañanas, en el frío espeluznante, metidos adentro del aire brillante, pidiéndole a la Pacha fuerzas para seguir con el diálogo y la lucha.

Ligereza y gravedad: Vuelo y mineralidad

Janine Randerson

Bajo las Salinas Grandes, en la provincia de Jujuy, se agitan y arremolinan aguas luminiscentes de color azul verdoso; en estas profundidades fluidas, minerales adamantinos catalizan antiguas formas de vida en sal, sílice y salmuera. Estas son las aguas ocultas del salar, el cuerpo de la madre viviente -Pachamama-, mucho más que un terreno incrustado de sal. En lo alto, nubes flotantes sobre corrientes atmosféricas entre el sol radiante y cumbres volcánicas reflejan el despliegue subterráneo del agua debajo. Desde hace siglos, los cursos de agua y los cielos abiertos alimentan los cantos, las siembras de papas, porotos y la cosecha de sal, así como los ritos espirituales de las comunidades andinas que aquí habitan. Hoy en día, los viajeros que vienen de lejos se calientan y despiertan sus sentidos en esta tierra bañada por el sol, perforada con pozas que parecen joyas. Sin embargo, los residuos minerales de las lagunas jujeñas de altura también han atraído a los mineros en busca del raro metal blanco-plateado del litio; la corteza de sal está ahora perforada por cortes ortogonales, las aguas desviadas y la maquinaria pesada retumba en el aire. Sentir la luz brillante y soñar con elevarse nos sitúa en una encrucijada ética entre el mantenimiento de las entidades abióticas, la vida biótica y los derechos humanos indígenas al agua que alimenta la vida, y la calamidad ecológica de la “minería verde” para obtener litio. La gente de este lugar dice: Si nuestros abuelos y antepasados vivieron sin litio, nosotros también podemos sobrevivir.

En los cielos de las salinas, un emisario del vuelo aerosolar sin combustible es empujado una y otra vez hacia las corrientes por el calor solar y muchas manos compañeras. Este globo lleno de aire y transportado por la atmósfera libera a los cuerpos humanos de las ataduras de la gravedad, que pesa mucho a gran altitud, elevando los espíritus y las imaginaciones de la comunidad Aerocene de activistas indígenas, aeronautas, artistas e ingenieros. Este colectivo se ha ido tejiendo a lo largo de muchas décadas de comunión, talleres y experimentos de vuelo aerosolar iniciados por el artista Tomás Saraceno. El territorio de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc en el norte está cuidado por más de treinta comunidades, entre ellas La Salina, Santuario Tres Pozos, Pozo Colorado y San Miguel del Colorado, y en el sur por la comunidad de Inti Killa de Tres Morros. Aerocene Pacha debe su nombre a una fuerza cosmológica, el encuentro espacio-temporal de los reinos subterráneos, terrestres y celestes del cosmos andino, que une a los seres extremófilos y las reservas minerales que se encuentran muy por debajo de la superficie de la Tierra con las aves y los insectos de la atmósfera íntima de la Tierra, y más allá, hasta los confines del sistema solar.

El tejido más-ligero-que-el-aire del globo Aerocene Pacha capta los rayos ultravioletas de la radiación solar en su oscuro interior, calentando la temperatura del aire dentro del globo por encima de la del aire exterior. El albedo (reflectividad superficial de la luz solar) de las salinas blancas crea corrientes de calor que dan aire al globo, hasta que el pasajero flota, a una altura máxima de 300 metros. Mientras los coches de plástico, metal, petróleo y litio pesan sobre la beneficencia de la tierra en movimientos reinados por carreteras y fronteras, el globo navega con un suave ritmo de resistencia. El horizonte perceptivo del salar crea un espejo resplandeciente del móvil flotante, contrapesado por la atracción estabilizadora de la gravedad hacia nuestros orígenes terrestres. Como un pájaro de plumaje suave, el globo negro es un intermediario: entre la lucha terrestre por la soberanía de la tierra y el agua, por un lado, y, por otro, muy por encima del fragor de la maquinaria, la ligereza y la contingencia de los caprichos de las corrientes de viento y el calor propulsor de nuestra estrella más cercana. En la antigua Roma, las decisiones políticas importantes se regían por la observación del vuelo y el comportamiento de las aves. El filósofo Michel Serres describe la fina sintonía de los augures romanos, que escuchaban atentamente a los pájaros, ampliando nuestra ventana perceptiva al mundo biofísico, donde el lenguaje se deshace y los sentidos nos guían. El pequeño pájaro Pococho de las Salinas Grandes canta y canta cuando hace buen tiempo, pero se queda quieto como la muerte cuando está a punto de llover, prediciendo el clima. Mientras que en la cosmología maorí, la aparición de los pájaros es un tohu, una señal para tener en cuenta a los muertos, un medio susurrante de los ātua, los seres divinos. El globo Aerocene Pacha es una señal suave para escuchar a las criaturas y comunidades de Salinas Grandes, para ajustarnos a las corrientes térmicas y prestar atención a los nuevos climas, las lluvias poco frecuentes, la furia de las tormentas.

Para muchos de los que vivimos en ciudades, el agua brota fácilmente de los grifos, el aire circula por unidades de temperatura controlada y los desplazamientos se realizan en auto. La curva de la atmósfera respirable ha llegado rápidamente a un límite insostenible para absorber los residuos de carbono del petróleo y el carbón, y la promesa tentadora de la revolución electrónica se presenta como una solución tecnológica para la atmósfera carbonizada. Sin embargo, las baterías oscuras de litio encajadas bajo autos silenciosos o forrando nuestros teléfonos celulares y computadoras portátiles tienen un costo para los derechos de las personas, la tierra y nuestras relaciones más-que-humanas. Esta nueva industria está sedienta de agua. El proceso de perforación y evaporación de las minas de litio requiere millones de litros de agua para extraer el litio del magnesio y otros minerales. Pocos verán jamás la violencia de la perforación a cielo abierto de la corteza salina, o la maquinaria de bombeo que bebe vorazmente las aguas saladas de los cuerpos ancestrales de las cuencas subterráneas. El litio queda tras la evaporación, los manantiales se secan, y sólo quedan residuos contaminados para quienes habitan el salar. Sin embargo, si alguna vez los habitantes de las ciudades descubrimos que el agua deja de salir de los grifos de nuestras casas, nuestra frágil dependencia a infraestructuras fundamentales nos deja irremediablemente expuestos. La humanidad que quema combustibles fósiles se acostumbró a un ritmo acelerado de movimiento y consumo, arrancando el petróleo de bosques milenarios y desecando cursos de agua. El mismo camino neocolonial continúa con el brillo de una minería limpia y sin emisiones, ocultando el efecto de la minería del litio en las tierras y aguas indígenas de todo el “Sur” global.

Desde donde escribo, en Aotearoa (Nueva Zelanda), la prospección de litio en nuestras regiones geotérmicas (también a partir de una especie de agua fósil o salmuera) apenas está empezando en el corazón de las tierras indígenas maoríes, alrededor del yacimiento de sílice de Ohaaki. Cargamos con gran parte de la responsabilidad de abastecer a las dependencias euroamericanas mientras sufrimos desproporcionadamente en las regiones tropicales y subtropicales del Pacífico. Nos enfrentamos a marejadas ciclónicas y a lluvias a menudo catastróficas que desbordan los residuos de la minería en los sistemas de agua dulce. La cercana Australia suministra aproximadamente la mitad del litio mundial a partir de los depósitos de pegmatitas a cielo abierto creados en la colisión de antiguas masas de tierra. En muchos lugares, como en la península del Cabo York, en el norte de Queensland, el Estado da prioridad a los derechos de prospección del capital riesgo minero sobre los derechos territoriales de los aborígenes. La búsqueda paralela de litio bajo tierra por parte de las empresas mineras y de los gobiernos que conceden permisos en el “triángulo del litio” a través de Argentina, Bolivia y Chile oscurece o niega el impacto de este proceso de uso intensivo de agua en regiones que se enfrentan a una grave escasez de agua. La explotación minera del océano Pacífico, alrededor de Nauru, por ejemplo, en busca de níquel y cobalto, de los que dependen muchas baterías de iones de litio, también nos preocupa seriamente. La explotación minera de los fondos marinos como “mare nullius”, o fuera de la jurisdicción de cualquier país, no es menos polémica que la minería terrestre o llenar el aire de gases de efecto invernadero. Culturalmente hemos imaginado los cielos, los mares y los lagos salados del Sur como lugares indómitos y despoblados para la actividad comercial, mientras que la atmósfera herida y el bioma terrestre y marino claman contra esta falacia.

La creación artística se sitúa a menudo en el límite insostenible de las tecnologías energéticas, inventando modelos emergentes de movimiento cinético, ideando sistemas excéntricos, nuevos tipos de cuasi-instrumentos meteorológicos y reuniendo momentos de resistencia. La energía existe en el lenguaje cuantificador de la producción neocapitalista como recurso, pero muchos artistas utilizan las fuerzas energéticas más abiertamente: como catalizadores espirituales y culturales del cambio ecosocial. Saraceno y la comunidad Aerocene ofrecen el vuelo impulsado por el sol como manifiesto, provocación, movimiento ecopoético y experimento riguroso de transición energética justa en el que participa una red internacional de científicos, artistas e ingenieros. Crean un nuevo régimen socio-metabólico, cuestionando la jerarquía de quién tiene derecho a existir y a proveer o ser provisto de energía. El Manifiesto del Aeroceno se pregunta: “¿Cuáles son los derechos de paso, los corredores que debemos abrir para restablecer el derecho a la deriva y a la respiración? ¿Cómo podemos superar la paradoja de las decisiones tomadas por unos pocos, forzando e inhibiendo simultáneamente la movilidad y la capacidad de respiración de la multitud multi-especie?”. Para atender a los efectos tangibles de la extracción de los metales preciosos que yacen en las profundidades de la tierra, es fundamental escuchar las voces indígenas. Para los habitantes del salar, la perforación de la tierra presenta múltiples efectos en los sistemas humanos y naturales. Se crea una zona de sacrificio en el Sur, en palabras de Luis Martín-Cabrera, que equivale a un “terricidio” y al fin de una forma cultural de ser y conocer. El peso de la resistencia a la minería se ha dejado en manos de las comunidades indígenas del Sur durante demasiado tiempo; ahora es el momento de darnos la mano.

Sí, debemos descarbonizarnos, pero Aerocene Pacha nos impulsa a seguir buscando soluciones viables distintas a la minería de baterías de iones de litio: modifiquemos nuestros propios hábitos de consumo y movimiento; revisemos nuestro propio detritus de teléfonos y baterías para recuperar el litio de los residuos electrónicos en lugar de seguir tallando la tierra. En el vuelo aerosolar de flotación libre, sentimos la energía cinética del movimiento, la elevación de la imaginación y el espíritu con las aves, desde Pococho que pronostica el tiempo hasta la tranquila fuerza de las alas del Kuntur (cóndor). Esta ligereza y sensibilidad al abrazo atmosférico, que tan íntimamente conocen las comunidades indígenas y nuestros compañeros aviares, nos insta a dejar que el salar sea; a dejar que el salar exista, brille y vuele hacia la luz.