Skip to content

La Puna no es un triángulo

Godofredo Pereira

Bajo el disfraz de la transición “verde” y la puesta en marcha de vías de descarbonización, ha surgido una nueva frontera de expansión capitalista, en forma de carrera planetaria por minerales como el cobalto, el cobre, las tierras raras y, en particular, el litio. La mayor parte de las reservas mundiales explotables de litio se encuentran en una zona conocida comercialmente como el “triángulo del litio”, una figura geométrica delineada por los salares de Uyuni en Bolivia, Atacama en Chile y Hombre Muerto en Argentina. Los salares son fondos lacustres desecados con depósitos subterráneos que contienen altas concentraciones de sales disueltas, como litio, potasio y sodio.

En 2017, creé el estudio de investigación Lithium Triangle, en el Royal College of Art de Londres, con el objetivo de examinar los impactos socioambientales de la extracción de litio. Se trataba de una colaboración de estudiantes y profesores de arquitectura medioambiental del RCA, con abogados, arqueólogos, líderes indígenas y otras personas que trabajan en el desierto de Atacama, en Chile. En aquel momento se publicaba muy poco (tanto en los medios académicos como en los periódicos) sobre las repercusiones negativas de la extracción de litio, por lo que parecía crucial poner en primer plano las realidades de la “transición verde”.

Aunque la plataforma ea-lithiumtriangle.org muestra la mayor parte de los trabajos colectivos e individuales que hemos desarrollado durante estos años, a continuación hablaré de los aspectos que me han parecido más significativos. Nuestro trabajo se centró principalmente en el Salar de Atacama. Sus condiciones climáticas hiperáridas lo convierten en un lugar perfecto para la extracción de salmueras ricas en litio. Esto implica bombear las salmueras ricas en sal desde debajo de la corteza del salar, a una serie de grandes estanques poco profundos. Con un contenido inicial de 200 a 1.000 partes por millón (ppm), la solución de salmuera de litio se concentra mediante evaporación solar para alcanzar una proporción de hasta 6.000 ppm de litio al cabo de 12 a 16 meses. Esto significa que, de media, por cada tonelada de litio se necesitan 500.000 galones de agua. Las empresas mineras de litio y cobre poseen la mayoría de los derechos para extraer agua del acuífero, lo que facilita tasas de bombeo de agua que superan su capacidad de recarga. El agua es crucial para todas las operaciones mineras, no sólo para el procesamiento del material, sino también para la fijación del polvo y para beber. Es decir, se están produciendo tasas obscenas de extracción de agua en el desierto más árido del mundo. Y en toda la región, la extracción de litio se está expandiendo a docenas de otros salares – incluyendo el Salar de Uyuni en Bolivia, que contiene los mayores recursos de litio del mundo, y cuyo gobierno firmó recientemente (enero de 2023) un acuerdo para la extracción de litio con un consorcio liderado por CATL, el mayor fabricante de baterías del mundo. Después de la plata, el oro, el nitrato y el cobre, el litio continúa la larga historia de la extracción en Atacama.

Los gobiernos y las empresas mineras han descrito históricamente el desierto como vacío -despoblado-, ocupado sólo por pequeños grupos de pueblos “subdesarrollados” o “primitivos”. Es evidente que estas descripciones y su racismo explícito tienen como objetivo facilitar los procesos de apropiación de tierras para la extracción de recursos. El desierto siempre ha sido la figura más exagerada de la mirada colonial-extractiva, un mundo descrito como inhumano, la presupuesta imposibilidad de habitarlo justifica su papel de zona de sacrificio. Me resulta obvio cómo, en su pura construcción geométrica, la idea de un “triángulo de litio” capta la esencia del saqueo colonial: la proyección de la mirada extractiva sobre territorios y comunidades, una geometría pura que ve tanto como “no ve”, que en el mismo gesto de exhumar riquezas preciosas, trayendolas desde abajo, borra todas aquellas que considera no preciosas, sean humanas o de otro tipo, convertidas en inanimadas, inhumanas, invisibles, irrelevantes.

Aunque la investigación más amplia del estudio se ha centrado en el litio a escala local y mundial, tanto contemporánea como histórica, los esfuerzos de diseño se centraron en estrategias para recuperar la tierra del control de las empresas mineras. Nuestras colaboraciones con equipos de defensa y organizaciones indígenas exploraron arquitecturas de detección y control medioambiental para que los habitantes de la zona las utilizaran contra las empresas mineras. En su primera fase, el proyecto se basó en el creciente campo de la contra cartografía, así como en el emergente enfoque forense del activismo arquitectónico, y utilizó la teledetección, el análisis multiespectral y los SIG para elaborar informes sobre los cambios medioambientales que se utilizarían en los litigios. Asimismo, propusimos herramientas que permitieran interpretar las observaciones sobre el terreno en relación con datos invisibles como los límites de las concesiones, la ubicación de los acuíferos, la profundidad del suelo, las mediciones del agua y el viento en tiempo real y la salud de la vegetación en el tiempo.

Muchos de nuestros estudiantes sugirieron dispositivos colaborativos de agregación de datos, incluyendo plataformas en línea, aplicaciones y sistemas de RA. Exploramos cómo estos podrían entrar en composición con modos no académicos de producción de conocimiento, incluyendo historias orales, conocimiento ambiental de los agricultores y tradiciones de conocimiento atacameñas de reciprocidad, cuidado y respeto por los ancestros. El otro componente clave del trabajo fue complementar las luchas por la tierra con propuestas de cuidado y mantenimiento del medio ambiente. Colaborando con los ayllus de Tulor y Beter, San Pedro de Atacama, desplegamos aspectos conceptuales y prácticos del pensamiento medioambiental atacameño para abordar los retos contemporáneos en torno a la gestión de la tierra, la desertificación, la escasez de agua y la justicia reproductiva. Muchas propuestas se centraron en las posibilidades del turismo basado en la investigación, las pedagogías ambientales y los nuevos tipos de economías botánicas, para la constitución de alternativas a la falta de empleos locales fuera de las industrias extractivas.

De manera general, pudimos confirmar hallazgos previos sobre los impactos de la extracción. Mediante un análisis plurianual por teledetección, hemos observado que la extracción de agua para la minería del litio y el cobre ha afectado a las lagunas y a la capa freática del Salar de Atacama, que la profundidad de la capa freática ha disminuido de forma constante y que la cubierta vegetal ha disminuido en los bordes del Salar. Nos encontramos con casos en los que los ecosistemas animales y microbianos se han visto afectados por la reducción de los niveles de agua, por los cambios en el flujo de agua y por los cambios en la composición química del agua; observamos cómo el polvo y las partículas liberadas por las actividades mineras generan una neblina blanca que se encuentra de forma permanente sobre el Salar. Comprobamos cómo se extrae agua no sólo en el Salar, sino también corriente arriba, cerca de los pequeños oasis que lo rodean, asentamientos precarios que dependen en gran medida de la poca agua que baja de la cima de las montañas. Comparativamente, confirmamos que las comunidades atacameñas que rodean el Salar de Atacama poseen una cantidad de derechos de agua apenas suficiente para su supervivencia.

A nivel personal, el aspecto más importante que he observado es el deterioro de las ecologías mentales en todas las comunidades del Salar. Se ha prestado poca atención académica al entrelazamiento de las ecologías sociales, materiales y mentales, ya sea en Atacama o en otros lugares. Y menos aún a los impactos mentales y psicológicos del extractivismo. Y, sin embargo, es innegable. La contaminación mental extractivista se manifiesta en el recelo reinante y en los conflictos intracomunitarios centrados en las diferentes relaciones con las empresas mineras. Las razones son múltiples: a veces se trata de posiciones divergentes sobre la compra de tierras por parte de las empresas mineras; a veces es el resultado de los impactos directos de la extracción sobre los modos de existencia agrícolas; otras veces se debe a la pesada carga que supone impugnar el extractivismo; y con frecuencia es un problema de decisión sobre las indemnizaciones, vistas por unos como un mal menor y la oportunidad de beneficiarse al menos en algún aspecto de una situación calamitosa, y por otros, como una traición a la lucha por la protección de los territorios ancestrales. Todos estos aspectos se ven magnificados por la presión política y financiera tanto del Estado como de las empresas mineras sobre los líderes y representantes locales. En Atacama, como en cualquier otra zona de extracción de recursos, la llegada de la minería supone una drástica reducción del abanico de futuros posibles, un trauma tanto para el medio ambiente como para sus pueblos.

Este proyecto llegó a su fin en 2022. Y, sin embargo, puso de relieve la importancia de resistirse a la multiplicación de los “triángulos de litio” en todo el mundo. Atacama es uno de los muchos territorios del mundo que se encuentran en primera línea de un proceso de desarrollo del que los afectados apenas se benefician. En los dos últimos años he participado en luchas similares en el norte de Portugal, de donde soy, y donde varios proyectos de extracción de litio amenazan entornos ancestrales únicos. Aunque centrarnos demasiado en el litio puede hacer que no veamos el bosque por los árboles (el verdadero problema es la dependencia capitalista del extractivismo, y el litio es sólo uno entre muchos otros metales necesarios para la actual “transición”), observo cómo la hipocresía con la que se comercializa como “verde y limpio” ha llevado a mucha gente a unirse a la lucha. Muchas personas de todo el mundo están “diciendo la verdad al poder” sobre el cinismo de una “transición verde” liderada por las empresas extractivas en lugar de por verdaderas preocupaciones medioambientales o climáticas. La Declaración de Jadar, firmada recientemente por grupos ecologistas serbios, chilenos, argentinos, portugueses y estadounidenses, demuestra la importancia de las alianzas internacionales. Pero aún queda mucho por hacer.

Como investigador, mi objetividad no se basa en una especie de distanciamiento neutral, sino en adoptar una postura clara. Necesitamos urgentemente que los múltiples mundos del mundo hagan causa común si queremos resistir a las máquinas excavadoras del capitalismo. El extractivismo inventa constantemente “triángulos de litio” y pseudogeografías similares para justificar la creación de zonas de sacrificio. Pero se trata de entornos reales, habitados por muchos seres y formas de vida diferentes, ya sean microbianas, vegetales o humanas, ancestrales, terrestres o celestes. El desierto no es un triángulo; Uyuni no es un triángulo, y sin duda, la Puna de Atacama no es un triángulo.