Las cosas como son – De Greta Thunberg a Aerocene en Salinas Grandes

Graciela Speranza

Bastaría con la imagen que ilustra las tapas de El libro del clima (Lumen, 2022) de Greta Thunberg para calibrar la escala del desastre. Una serie de franjas verticales muestran el aumento progresivo de las temperaturas globales desde 1654 hasta 2021 en una especie de Agnes Martin colorido, obra colectiva del crecimiento afiebrado de la humanidad durante las últimas décadas. Cada una de las franjas indica la temperatura media de un año, desde el azul profundo de los primeros, los más fríos, hasta el rojo intenso de los últimos. Son las warming stripes, creadas por Ed Hawkins en la Universidad de Reading para mostrar de un vistazo el avance inequívoco del calentamiento global. Pueden descargarse gratuitamente de showyourstripes.info, incluso las de la Argentina, un cuadro abstracto del descalabro que también nosotros, ayudados por los países del Norte, supimos conseguir.

La imagen es inapelable pero apenas el disparador de una cruzada tenaz que cobra ahora la forma de un libro, una “Biblia del clima”, Aullido polifónico de un mundo dolido. “Decimos las cosas como son”, escribe Greta en uno de los prólogos que abren cada sección, porque cree que no sólo no somos conscientes de la emergencia, sino que no hemos caído en la cuenta de que no somos conscientes, una doble falta capital que solo se repara con información clara y certera. La historia que quiere contar —“la mayor historia del mundo”— podría comenzar con un par de cifras alarmantes. Las temperaturas globales medias han aumentado en 1,2 °C desde la era preindustrial y, aunque en el Acuerdo de París de 2015 casi todos los países del mundo se comprometieron a limitar el calentamiento por debajo de 2 °C (idealmente, por debajo de 1,5 °C), el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) estima que, con las políticas actuales, hacia 2100 alcanzará los 3,2 °C. Desoyendo las advertencias de los expertos (a fines de los setenta ya había consenso científico sobre el creciente calentamiento global), desde 1991 las emisiones anuales de carbono han superado las del resto de la historia humana. El crecimiento vertiginoso del siglo XX triplicó la población del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, cuadriplicó el consumo de agua, multiplicó la captura de peces marinos por siete y el consumo de fertilizantes por diez. Y aunque el mundo entero sufre las consecuencias, no todos somos igualmente responsables. El mayor crecimiento de población se dio en el Sur global y la mayor parte del consumo fue impulsada por Estados Unidos y Europa. El 10% más rico de la población mundial causa el 50% de nuestras emisiones de carbono, más del doble de las emisiones de la mitad más pobre del mundo.

Desconocemos el final de la historia, pero la ciencia cumple en recordarnos que en los últimos quinientos millones de años ha habido cinco extinciones en masa que acabaron cada una a su turno con tres cuartas partes de las especies del planeta, y nos encaminamos sin control hacia la sexta, la primera causada por un agente biológico, el ser humano, propulsor de “un crecimiento infinito en un planeta finito”.

Frente a una crisis multidimensional, las soluciones deberán ser colectivas pero también individuales. El punto de inflexión crítico para cambiar el comportamiento individual, apunta la sociología, es una minoría comprometida del 25%; la protesta popular, el activismo y los movimientos ambientalistas, sobre todo de jóvenes y mujeres, intentan alcanzarlo desafiando el silencio de los medios masivos. “Si se me preguntara qué industria es la más responsable de la destrucción de la vida en el planeta”, escribe George Monbiot, escritor y columnista de The Guardian, “diría que los medios de comunicación”. Con su complicidad, su ceguera o su desidia, “son el motor de persuasión que permite que el sistema de destrucción de la Tierra persista”. Se impone por lo tanto exigir plataformas ambientales claras a los partidos políticos, pero también reenfocar la atención del mundo, ganar espacios en los grandes medios y redoblar los esfuerzos en medios alternativos, buscando nuevos canales y alentando nuevas empresas colectivas. El gato y la caja, por caso, una plataforma de investigación y divulgación científica creada por un colectivo de jóvenes argentinos para generar contenidos de comunicación pública de ciencia en medios digitales — “más ciencia, en más lugares, para más personas”—, y una colección de libros, también disponibles en forma gratuita. En sintonía con la iniciativa de Greta, el último, Clima, hecho en forma abierta y en comunidad, convocó a un grupo de científicos, economistas y activistas, para contar “el desafío de diseño más grande de todos los tiempos” desde una perspectiva regional.

La voluntad individual, sin embargo, no alcanza para poner en marcha una renaturalización y una mitigación climática justa y equitativa. La bióloga ambiental Robin Wall Kimmerer propone “alinear las economías con las leyes de la naturaleza” y recuerda que “ecología” y “economía” comparten la misma raíz griega, oikos, que significa “casa”. No habrá descarbonización sin una profunda redistribución de la riqueza, asegura Thomas Piketty, y propone soluciones creativas: “Un modesto impuesto a escala mundial sobre la riqueza a los multimillonarios con un recargo por contaminación podría generar el 1,7% de los ingresos globales, lo que podría financiar la mayor parte de las inversiones adicionales necesarias al año para cubrir los esfuerzos de mitigación climática”. La propuesta es sensata en un mundo absurdamente desigual, pero no será fácil enfrentarse a la voracidad y la sordera social de los grandes consorcios.

En el discurso de la política, de la economía e incluso a veces en el de la ciencia reina un pragmatismo estrecho, incapaz de imaginar lo que vendrá. El arte, sin embargo, no se conforma con esa versión empobrecida de realismo. Los lenguajes del arte, en un diálogo abierto con otros saberes, otras formas de vida y otras especies, da entidad material y visible a las metáforas, revela los límites de la imaginación y vuelve realistas fantasías a primera vista impracticables.

Sucede en la comunidad Aerocene, que emprende desde hace años proyectos en red (“hacer algo”, dice Tomás Saraceno, “que ninguno de nosotros podría hacer solo”), en los que las fronteras entre ciencia, técnica, teoría social y arte se diluyen como la línea del horizonte del Salar de Uyuni, donde volaron sus primeros globos, hasta recomponerse en una práctica fluida que es su propia odisea del espacio y quizá su redefinición del arte en el siglo XXI. En enero de 2020, una mujer voló libremente en globo durante 16 minutos sin uso de combustibles fósiles, ni helio o litio, sobre el mar blanco de Salinas Grandes en la provincia de Jujuy. Vuela con Aerocene Pacha batió 32 récords con el vuelo más sustentable de la historia humana, llevando el mensaje propuesto por las comunidades indígenas, que desde hace más de una década luchan por sus derechos frente a la extracción de recursos de la región: “El agua y la vida valen más que el litio”. La proeza se registró en Pacha, el film que tres años más tarde, a mediados del pasado enero, se proyectó ante muchos de los protagonistas en San Francisco de Alfarcito, un pueblo de menos de cien habitantes, recostado entre las nubes en el altiplano jujeño, a 3.500 m de altura.

Allí mismo, la comunidad Aerocene reunió durante dos días a abogados ambientalistas, activistas de derechos humanos y derechos de la naturaleza, expertos en geopolítica y bienes comunes, escritoras y especialistas académicos en los conflictos de la región con un grupo numeroso de representantes de las comunidades indígenas de Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, para fortalecer la defensa del territorio, avasallado por un extractivismo de gran impacto ambiental, doblemente afiebrado con la demanda global de litio que promete instrumentar la electromovilidad. Las cosas como son: con escasísimos réditos para el país, un paradójico “colonialismo verde” que sólo beneficiará a la transición energética del Norte depreda los ecosistemas y los menguados recursos de los pobladores. Es hora de imaginar vías para nuestra transición energética con planificación estratégica justa y democrática, atenta al impacto ambiental. En la reseca cancha de fútbol de Alfarcito, una de las esculturas aerosolares de Aerocene remontó vuelo esta vez con una nueva consigna, epítome de la sinergia de los debates: “En complementariedad, cuidamos el agua”. Pero, ¿puede realmente el arte rediseñar el futuro?

Claro ejemplo de lo que el filósofo chino Yuk Hui llama “cosmotécnica”, la obra de la comunidad Aerocene aspira a una tecnología situada histórica, cosmológica y localmente. No quiere ampliar los límites del arte a expensas de la técnica, sino alentar un diálogo más ambicioso y prometedor. Hemos estado pensando desde la modernidad cómo los nuevos medios han cambiado los lenguajes del arte, pero sus proyectos interdisciplinarios han planteado una pregunta más importante y algunas respuestas inspiradoras: ¿cómo puede la imaginación del arte transformar la tecnología? ¿Cómo, por ejemplo, preservando ese continuo móvil de tierra y aire de los salares, restos frágiles de un paisaje sublime que las comunidades originarias han sabido conservar durante miles de años?

Los pueblos indígenas son apenas el 5% de la población global, se lee en El libro del clima, y ocupan menos de un tercio de los territorios del planeta, y sin embargo son responsables de preservar el 80% de la diversidad que vive en la Tierra. En el altiplano sediento de la Puna, siguen custodiando el agua y las salinas, en armonía inmemorial con el cielo estrellado, las llamas, las vicuñas, los cactus y algunos olivos.

La resistencia de comunidades originarias a la extracción de litio en una obra de arte en la Puna

Gabriela Cabezón Cámara

Estamos adentro de la luz: en el potrero de las llamas de Don Luis, rodeados de montañas, a casi cuatro mil metros del mar. El cielo es celeste, celeste. Las rocas, medio anaranjadas. Y, acá y allá, hay un poco de verde. Con estos tres colores, y el blanco plateado y celestial, reflejo y origen en el Big Bang, de las Salinas Grandes y la cuenca de la laguna de Guayatayoc él se las arregla para todo. Para brillar de hermosura y para vivir. Las llamas, cuando salen de su corral, nos miran con sus ojos redondos y grandes, de pestañas largas y muy arqueadas. Una por una: salen, nos miran fijamente, corren hacia el pastizal, se nos pierden. A Don Luis no. Él sabe dónde están aunque ellas corran en todas direcciones, a toda velocidad. Le pregunto qué son esas bolsas de nylon que cuelgan de alambres en una parcela que tiene cercada. Vamos hasta ahí y veo también al espantapájaros, muy elegante. “No funcionó”, se ríe Don Luis. Quedan tres o cuatro plantas de habas. “¿Y cuánto da cada planta?”, le pregunta el historiador Bruno Fornillo. “Dos toneladas”, le contesta Don Luis, serio. Espera el efecto del chiste, nos ve las caras, después larga la carcajada.

La socióloga Maristella Svampa, y la politóloga Melisa Argento, lo corean. Claudia Aboaf, la escritora de ciencia ficción, establece relaciones locas entre los astros y los animales.

Y estamos todos adentro de una obra de arte. Una especie de performance interespecies, intercultural e interdisciplinaria liderada por la comunidad Aerocene. Aerocene convocó y allá fuimos gentes de muy diversas disciplinas. Los ya nombrados y la ensayista Graciela Speranza, la galerista Orly Benzacar, la curadora Inés Katzenstein, los abogados de la Asociación de Abogades Ambientalistas, Gastón Chillier y Enrique Viale, científicos y técnicos espaciales y, claro, los más importantes en esta historia: las comunidades kollas y atacamas que resisten el avance bárbaro de la extracción del litio en sus territorios, los que habitan hace milenios en coexistencia con los todos los otros seres que los conforman. Verónica Chávez, presidenta de la comunidad de Santuario Tres Pozos, un pueblo de la cuenca, lo resume así: “Nosotros nos tenemos que defender del atropello, aquí hay comunidades que tanto como el zorro, la vicuña y el lagarto quieren vivir tranquilos”.

Esto es una obra de arte, decía, una obra de arte relacional llevada adelante con una imaginación, una ingeniería y una poética impresionantes. Los presentes estuvimos metidísimos en lo que hicimos. Convivimos con la comunidad en San Francisco de Alfarcito. Charlamos, fuimos parte de los talleres, aprendimos de su cosmovisión calma, tejida con la tierra como está tejida la vida misma y, es casi increíble dado la ferocidad voraz que enfrentan hace más de quinientos años, tan resistente.

Escuchamos acerca de los apus: los cerros protectores que están tan animados como nosotros. Antes de pensar que ese pensamiento es mágico, acuérdense de que se nos habla a diario de “los mercados” como si fueran dioses. No cabe duda de que los apus son más vitales que los mercados. Comimos guisos exquisitos. Compartimos platos, cubiertos, chistes. Miramos las estrellas. Muertos de frío, a la noche baja mucho la temperatura, nos sentamos de espaldas a las pocas luces del pueblo y ahí la vía láctea relumbrante, tan llena de estrellas y curvada que, Bruno Fornillo lo percibió primero que nadie, sentimos la forma de bóveda del cielo así como la habrán percibido los antiguos, los de antes de la polución lumínica y de las otras. Como la siguen percibiendo las gentes que viven en territorios que todavía no fueron del todo destruidos por Occidente, que no se cansa de escupir los huesos de todo lo que se traga. Nebulosas vimos. La cruz del sur como una señal ineludible. Las estrellas fugaces. Todos quisimos ver alguna: la propia, la de todos, la que fuera. Las vimos. Y después entramos a la casa a cantar y bailar juntos. ¿Cómo se cuenta un encuentro entre, hasta horas antes, desconocidos? ¿Cómo les cuento que fluyeron puentes entre todos y cada uno?

Puentes de ir y venir como si navegáramos en aguas tibias y, cada tanto, pum, un abrazo hecho de palabras o de cuerpos bailando y cantando o compartiendo cosas. Muchas cosas.

Nos trajimos historias hermosas, como la que nos contó Levi, un escritor de San Francisco de Alfarcito, que le contaba su abuela: antes, los ojitos de agua eran muy salvajes y se tragaban las llamas de los caravaneros de la sal. Había un ojo en el sur y otro en el norte de las Salinas Grandes. El abuelo se enteró de un modo de recuperar las llamas con la carga de sal: tenía que encontrar un caballo muy veloz, más veloz que el agua. Tenía que entrar por el ojo del norte corriendo tan rápido que las patas del caballo batieran el agua e hicieran burbujas. Hasta que las burbujas aparecían en el ojo del sur. Y entonces expulsaban a las llamas perdidas. “Ahora”, dijo Levi, “los ojitos son mansos”. “Claro”, dijo Claudia Aboaf, “ahora está en riesgo todo lo salvaje, todo lo vivo de este territorio”.

Asistimos a las asambleas de las comunidades —fueron gentes de muchos pueblos de las Salinas a San Francisco de Alfarcito, la sede precolombina del encuentro— que toman cada decisión a mano alzada, por consenso. Así salió, después de dos días de talleres, la consigna de la escultura aérea que la comunidad Aerocene creó para este evento: un globo hecho de un material ultraliviano que vuela sin quemar ni gastar nada. Con la energía del sol y del aire nomás. Ya lo había hecho en las mismas salinas en 2020. Las esculturas aerosolares fueron y vinieron en este cielo casi transparente logrando un montón de récords: fue la primera vez que un globo que no utiliza ningún combustible voló en el cielo de la Tierra. Operado por una mujer.

La consigna que votaron las comunidades para el globo-rombo de esta vez, dice: “En complementariedad, cuidamos el agua”. Y es que estamos hablando de un socioecosistema. Decirle ecosistema nomás podría suponer para algunos soslayar a las sociedades humanas que lo habitan. Decirle, a la tierra sobre la que avanzan como conquistadores brutales, desierto. Una operación fundante de nuestra Nación Argentina. Es lo que hace el oficialismo jujeño cuando decide pasar por alto la consulta previa, libre e informada a la que lo obliga el convenio 169 de la OIT, al que la Nación adhiere. El oficialismo nacional, hay que decirlo, no parece muy preocupado por la decisión del jujeño.

Las comunidades deben dar consentimiento, o negarse, a lo que se realice sobre sus territorios. La extracción de litio supone un gasto sideral de agua dulce. En un contexto de sequía. Y en un socioecosistema de escasez hídrica. Acá, a la forma de fluir subterránea del agua que viene de las vertientes de las montañas, les dicen venas. Y tienen razón: la salina está viva y el agua es su sangre. Si le cortan las venas, la matan. Lo que se está decidiendo, cuando se dan las concesiones a las grandes corporaciones mineras internacionales, es sacrificar un territorio. Y a sus habitantes. Como dice el abogado Enrique Viale, una visión “eldoradista”: ese fantasma que recorre Latinoamérica desde la conquista. Ese lugar todo de oro —materia prima, commodity, producto básico como la soja o el petróleo y, por supuesto, el litio— que nos va a hacer ricos de repente. No existe: no nos ha hecho ricos la soja transgénica con sus venenos, no nos ha hecho ricos Vaca Muerta, no nos va a hacer ricos el litio. Además, las empresas pagan a la provincia apenas el 3% del valor de boca de mina —menos muchos de sus costos que devengan— de regalías de lo que, según sus propias declaraciones juradas, sacan de las minas. Levante la mano el ciudadano que no apreciaría pagar impuestos según sus propias declaraciones juradas de ganancias, sin más control. Bueno, las mineras lo hacen. Y al gobierno nacional le pagan otra suma aun más ridícula: el 1%. Esto no tiene por qué ser así. No se puede decidir la destrucción de un territorio por sobre la voluntad de los pueblos que lo habitan hace milenios. No se puede decidir alegremente sacrificar al otro. Que además, es siempre el mismo desde hace más de quinientos años: el indígena. El derecho a la salud, al ambiente sano, entre otros derechos humanos, como señaló el abogado Gastón Chillier en el encuentro, son de los primeros vulnerados por las empresas extractivistas, los gobiernos que las avalan.

Y ahí estuvimos todos juntos. Vimos el estreno de Pacha, la película que Tomás Saraceno hizo con el director Maxi Laina. Es una película abierta, sin fin, y colaborativa. Como este mismo encuentro. Como la ceremonia de ofrenda a la Pachamama por las mañanas, en el frío espeluznante, metidos adentro del aire brillante, pidiéndole a la Pacha fuerzas para seguir con el diálogo y la lucha.

Ligereza y gravedad: Vuelo y mineralidad

Janine Randerson

Bajo las Salinas Grandes, en la provincia de Jujuy, se agitan y arremolinan aguas luminiscentes de color azul verdoso; en estas profundidades fluidas, minerales adamantinos catalizan antiguas formas de vida en sal, sílice y salmuera. Estas son las aguas ocultas del salar, el cuerpo de la madre viviente -Pachamama-, mucho más que un terreno incrustado de sal. En lo alto, nubes flotantes sobre corrientes atmosféricas entre el sol radiante y cumbres volcánicas reflejan el despliegue subterráneo del agua debajo. Desde hace siglos, los cursos de agua y los cielos abiertos alimentan los cantos, las siembras de papas, porotos y la cosecha de sal, así como los ritos espirituales de las comunidades andinas que aquí habitan. Hoy en día, los viajeros que vienen de lejos se calientan y despiertan sus sentidos en esta tierra bañada por el sol, perforada con pozas que parecen joyas. Sin embargo, los residuos minerales de las lagunas jujeñas de altura también han atraído a los mineros en busca del raro metal blanco-plateado del litio; la corteza de sal está ahora perforada por cortes ortogonales, las aguas desviadas y la maquinaria pesada retumba en el aire. Sentir la luz brillante y soñar con elevarse nos sitúa en una encrucijada ética entre el mantenimiento de las entidades abióticas, la vida biótica y los derechos humanos indígenas al agua que alimenta la vida, y la calamidad ecológica de la “minería verde” para obtener litio. La gente de este lugar dice: Si nuestros abuelos y antepasados vivieron sin litio, nosotros también podemos sobrevivir.

En los cielos de las salinas, un emisario del vuelo aerosolar sin combustible es empujado una y otra vez hacia las corrientes por el calor solar y muchas manos compañeras. Este globo lleno de aire y transportado por la atmósfera libera a los cuerpos humanos de las ataduras de la gravedad, que pesa mucho a gran altitud, elevando los espíritus y las imaginaciones de la comunidad Aerocene de activistas indígenas, aeronautas, artistas e ingenieros. Este colectivo se ha ido tejiendo a lo largo de muchas décadas de comunión, talleres y experimentos de vuelo aerosolar iniciados por el artista Tomás Saraceno. El territorio de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc en el norte está cuidado por más de treinta comunidades, entre ellas La Salina, Santuario Tres Pozos, Pozo Colorado y San Miguel del Colorado, y en el sur por la comunidad de Inti Killa de Tres Morros. Aerocene Pacha debe su nombre a una fuerza cosmológica, el encuentro espacio-temporal de los reinos subterráneos, terrestres y celestes del cosmos andino, que une a los seres extremófilos y las reservas minerales que se encuentran muy por debajo de la superficie de la Tierra con las aves y los insectos de la atmósfera íntima de la Tierra, y más allá, hasta los confines del sistema solar.

El tejido más-ligero-que-el-aire del globo Aerocene Pacha capta los rayos ultravioletas de la radiación solar en su oscuro interior, calentando la temperatura del aire dentro del globo por encima de la del aire exterior. El albedo (reflectividad superficial de la luz solar) de las salinas blancas crea corrientes de calor que dan aire al globo, hasta que el pasajero flota, a una altura máxima de 300 metros. Mientras los coches de plástico, metal, petróleo y litio pesan sobre la beneficencia de la tierra en movimientos reinados por carreteras y fronteras, el globo navega con un suave ritmo de resistencia. El horizonte perceptivo del salar crea un espejo resplandeciente del móvil flotante, contrapesado por la atracción estabilizadora de la gravedad hacia nuestros orígenes terrestres. Como un pájaro de plumaje suave, el globo negro es un intermediario: entre la lucha terrestre por la soberanía de la tierra y el agua, por un lado, y, por otro, muy por encima del fragor de la maquinaria, la ligereza y la contingencia de los caprichos de las corrientes de viento y el calor propulsor de nuestra estrella más cercana. En la antigua Roma, las decisiones políticas importantes se regían por la observación del vuelo y el comportamiento de las aves. El filósofo Michel Serres describe la fina sintonía de los augures romanos, que escuchaban atentamente a los pájaros, ampliando nuestra ventana perceptiva al mundo biofísico, donde el lenguaje se deshace y los sentidos nos guían. El pequeño pájaro Pococho de las Salinas Grandes canta y canta cuando hace buen tiempo, pero se queda quieto como la muerte cuando está a punto de llover, prediciendo el clima. Mientras que en la cosmología maorí, la aparición de los pájaros es un tohu, una señal para tener en cuenta a los muertos, un medio susurrante de los ātua, los seres divinos. El globo Aerocene Pacha es una señal suave para escuchar a las criaturas y comunidades de Salinas Grandes, para ajustarnos a las corrientes térmicas y prestar atención a los nuevos climas, las lluvias poco frecuentes, la furia de las tormentas.

Para muchos de los que vivimos en ciudades, el agua brota fácilmente de los grifos, el aire circula por unidades de temperatura controlada y los desplazamientos se realizan en auto. La curva de la atmósfera respirable ha llegado rápidamente a un límite insostenible para absorber los residuos de carbono del petróleo y el carbón, y la promesa tentadora de la revolución electrónica se presenta como una solución tecnológica para la atmósfera carbonizada. Sin embargo, las baterías oscuras de litio encajadas bajo autos silenciosos o forrando nuestros teléfonos celulares y computadoras portátiles tienen un costo para los derechos de las personas, la tierra y nuestras relaciones más-que-humanas. Esta nueva industria está sedienta de agua. El proceso de perforación y evaporación de las minas de litio requiere millones de litros de agua para extraer el litio del magnesio y otros minerales. Pocos verán jamás la violencia de la perforación a cielo abierto de la corteza salina, o la maquinaria de bombeo que bebe vorazmente las aguas saladas de los cuerpos ancestrales de las cuencas subterráneas. El litio queda tras la evaporación, los manantiales se secan, y sólo quedan residuos contaminados para quienes habitan el salar. Sin embargo, si alguna vez los habitantes de las ciudades descubrimos que el agua deja de salir de los grifos de nuestras casas, nuestra frágil dependencia a infraestructuras fundamentales nos deja irremediablemente expuestos. La humanidad que quema combustibles fósiles se acostumbró a un ritmo acelerado de movimiento y consumo, arrancando el petróleo de bosques milenarios y desecando cursos de agua. El mismo camino neocolonial continúa con el brillo de una minería limpia y sin emisiones, ocultando el efecto de la minería del litio en las tierras y aguas indígenas de todo el “Sur” global.

Desde donde escribo, en Aotearoa (Nueva Zelanda), la prospección de litio en nuestras regiones geotérmicas (también a partir de una especie de agua fósil o salmuera) apenas está empezando en el corazón de las tierras indígenas maoríes, alrededor del yacimiento de sílice de Ohaaki. Cargamos con gran parte de la responsabilidad de abastecer a las dependencias euroamericanas mientras sufrimos desproporcionadamente en las regiones tropicales y subtropicales del Pacífico. Nos enfrentamos a marejadas ciclónicas y a lluvias a menudo catastróficas que desbordan los residuos de la minería en los sistemas de agua dulce. La cercana Australia suministra aproximadamente la mitad del litio mundial a partir de los depósitos de pegmatitas a cielo abierto creados en la colisión de antiguas masas de tierra. En muchos lugares, como en la península del Cabo York, en el norte de Queensland, el Estado da prioridad a los derechos de prospección del capital riesgo minero sobre los derechos territoriales de los aborígenes. La búsqueda paralela de litio bajo tierra por parte de las empresas mineras y de los gobiernos que conceden permisos en el “triángulo del litio” a través de Argentina, Bolivia y Chile oscurece o niega el impacto de este proceso de uso intensivo de agua en regiones que se enfrentan a una grave escasez de agua. La explotación minera del océano Pacífico, alrededor de Nauru, por ejemplo, en busca de níquel y cobalto, de los que dependen muchas baterías de iones de litio, también nos preocupa seriamente. La explotación minera de los fondos marinos como “mare nullius”, o fuera de la jurisdicción de cualquier país, no es menos polémica que la minería terrestre o llenar el aire de gases de efecto invernadero. Culturalmente hemos imaginado los cielos, los mares y los lagos salados del Sur como lugares indómitos y despoblados para la actividad comercial, mientras que la atmósfera herida y el bioma terrestre y marino claman contra esta falacia.

La creación artística se sitúa a menudo en el límite insostenible de las tecnologías energéticas, inventando modelos emergentes de movimiento cinético, ideando sistemas excéntricos, nuevos tipos de cuasi-instrumentos meteorológicos y reuniendo momentos de resistencia. La energía existe en el lenguaje cuantificador de la producción neocapitalista como recurso, pero muchos artistas utilizan las fuerzas energéticas más abiertamente: como catalizadores espirituales y culturales del cambio ecosocial. Saraceno y la comunidad Aerocene ofrecen el vuelo impulsado por el sol como manifiesto, provocación, movimiento ecopoético y experimento riguroso de transición energética justa en el que participa una red internacional de científicos, artistas e ingenieros. Crean un nuevo régimen socio-metabólico, cuestionando la jerarquía de quién tiene derecho a existir y a proveer o ser provisto de energía. El Manifiesto del Aeroceno se pregunta: “¿Cuáles son los derechos de paso, los corredores que debemos abrir para restablecer el derecho a la deriva y a la respiración? ¿Cómo podemos superar la paradoja de las decisiones tomadas por unos pocos, forzando e inhibiendo simultáneamente la movilidad y la capacidad de respiración de la multitud multi-especie?”. Para atender a los efectos tangibles de la extracción de los metales preciosos que yacen en las profundidades de la tierra, es fundamental escuchar las voces indígenas. Para los habitantes del salar, la perforación de la tierra presenta múltiples efectos en los sistemas humanos y naturales. Se crea una zona de sacrificio en el Sur, en palabras de Luis Martín-Cabrera, que equivale a un “terricidio” y al fin de una forma cultural de ser y conocer. El peso de la resistencia a la minería se ha dejado en manos de las comunidades indígenas del Sur durante demasiado tiempo; ahora es el momento de darnos la mano.

Sí, debemos descarbonizarnos, pero Aerocene Pacha nos impulsa a seguir buscando soluciones viables distintas a la minería de baterías de iones de litio: modifiquemos nuestros propios hábitos de consumo y movimiento; revisemos nuestro propio detritus de teléfonos y baterías para recuperar el litio de los residuos electrónicos en lugar de seguir tallando la tierra. En el vuelo aerosolar de flotación libre, sentimos la energía cinética del movimiento, la elevación de la imaginación y el espíritu con las aves, desde Pococho que pronostica el tiempo hasta la tranquila fuerza de las alas del Kuntur (cóndor). Esta ligereza y sensibilidad al abrazo atmosférico, que tan íntimamente conocen las comunidades indígenas y nuestros compañeros aviares, nos insta a dejar que el salar sea; a dejar que el salar exista, brille y vuele hacia la luz.

Luchas Aerocénicas

El arte, cuando se hace con talento y pasión, suele abrirnos un portal desde el cual se vislumbran otros mundos posibles. Así, lo sucedido en las Salinas Grandes, en Jujuy, este 25 de enero, revela la importancia del arte como apertura hacia otros horizontes, en estos tiempos de crisis climática, de negacionismos suicidas y de escasa imaginación política.

El Proyecto Aeroceno-Pacha, dirigido por Tomás Saraceno, y que involucra una comunidad de jóvenes talentosos y pasiones cosmopolitas, supo tender puentes y lazos entre mundos muy diversos, apostando al diálogo, al aprendizaje y a la construcción de la confianza, en el magnífico escenario de las Salinas Grandes, donde hoy se expresan tantos puntos ciegos y conflictos.

Aeroceno como proyecto artístico y cosmológico trasmitió dos mensajes muy potentes, uno local y otro global. El primer mensaje es el de las comunidades kollas, esas voces bajas y ancestrales que habitan el salar y se oponen a la extracción del litio, que consume cantidades insustentables de agua y amenaza así un ecosistema -una cuenca- de por sí árido. Esas comunidades no sólo se definen por la resistencia a la minería de litio; defienden otras maneras de concebir el territorio, que apuestan al cuidado y la armonía, fundada en una visión holística en la relación ser humano/naturaleza. La consigna “el agua y la vida valen más que el litio”, como pudo verse escrito en el globo de aeroceno, encierra entonces algo más que una negación.

El segundo mensaje, el global, señala como gran protagonista a las mujeres y a la lucha ecológica. Ciertamente, fue una mujer pilota, Leticia Marquez, la que se elevó en el aire y piloteó el globo que realizó un record mundial, sin ayuda de combustibles fósiles, sin litio, sin helio, solo con el aire de las salinas blancas, solo calentado por el sol. Y es un mensaje hacia toda la humanidad, acerca de nuestras posibilidades de pensar alternativas sociales que no atenten contra el tejido mismo de la vida.

Algunos pensarán que estos dos mensajes son contradictorios. Que no es posible decir “no a la extracción del litio” y proponer al mismo tiempo el tránsito hacia una sociedad sin combustibles fósiles, a partir del uso de energías limpias y renovables. Todo lo contrario. Necesitamos problematizar la cuestión. Es innegable que las baterías de litio (que está en nuestros celulares, computadoras y que sirven para alimentar a los automóviles eléctricos), tienen un rol en dicha transición. Pero no hay un solo camino y el que adoptó nuestro país, es sin duda equivocado.

Sabemos que no hay transiciones puras, que el camino no será lineal. Tampoco existe un manual, con preguntas y respuestas, mucho menos a partir de la gran escala que plantea la crisis climática. Sin embargo, no podemos subirnos sin más al carro de una transición insustentable, como la que se propone en los salares atacameños (lo cual se extiende a todo el territorio nacional), ​asociada a las corporaciones transnacionales, basadas en el atropello a las comunidades originarias y que supuestamente conducen a un modelo energético “limpio”, pero que reproduce la dominación sobre la naturaleza y las poblaciones. Eso sería avalar una falsa solución.

Frente al escenario de desposesión y saqueo que se ha configurado en nuestro país en relación al litio, bien vale la pena preguntarse en qué tipo de transición energética estamos pensando. En este siglo XXI aerocénico, en el cual las luchas ancestrales, feministas y ecologistas son nuestras grandes fuentes de inspiración, habrá que redefinir y pensar un horizonte de transición justa, que apunte a otro sistema de relaciones sociales y a otro vínculo con la naturaleza. Porque como dicen desde hace tiempo los movimientos por la Justicia Climática, el objetivo es “Cambiar el sistema, no el clima”.

Notas sobre Vuela con Aerocene

Tomás Saraceno

El ser humano siempre ha soñado con volar,
Pero hoy en día, volar se ha convertido en una pesadilla.
1,3 millones de personas en el aire en cualquier momento,
1.000 millones de toneladas de CO2 emitidas al año.
El 50% de las emisiones de la aviación
son causadas por el 1% de la población mundial.
El 80% de las personas nunca ha viajado en avión.
Flotemos con otro sueño.
¿Quién se atreve a volar de otra manera?

Tengo que confesar que cuando empezó el ritual de la Pachamama, se me caían las lágrimas de emoción detrás de los lentes. A la vez, estaba nervioso, la Wiphala (emblema de los pueblos andinos de Sudamérica) ondeaba demasiado. El viento soplaba tan fuerte que pensé que nunca íbamos a despegar. Sólo podía pensar en todos los amigos y familiares que habían venido hasta aquí y no podrían presenciar la performance. Estábamos a más de 3.600 metros de altitud y costaba respirar. Mi sobrino Manuel, de 10 años, no paraba de vomitar. Si lo hubiera sabido, le habría dicho que un “movimiento lento” natural nos obligaba a caminar de otra manera. Estábamos yendo juntos, a la deriva, como se pedía durante el movimiento por los derechos civiles: muévete tan despacio como puedas, tan rápido como debas.

“Todo va a salir bien”, dijo Verónica, del Santuario Tres Pozos. “Lo primero es agradecer a la Pachamama”, respondieron Néstor y Rubén. Junto a ellos, los habitantes originarios de estas tierras compartieron sus conocimientos ancestrales en un ritual de agradecimiento a la Pachamama, la Madre Tierra. Durante la ceremonia se agradeció a la tierra, al agua, al sol y a la luna con ofrendas, deseando buena fortuna para el vuelo del día. Pero el viento no paraba y, entre demasiadas palabras y falta de concentración, di un discurso de bienvenida que preferiría olvidar. Era imposible enfocarse.

Las previsiones meteorológicas anunciaban mucho viento; la noche anterior, una tormenta y miles de relámpagos nos habían dejado aislados. El río había crecido demasiado y no era posible volver a cruzarlo. No había forma de avisar a los invitados. En esos territorios hay muy poca señal telefónica. Tendríamos que predecir el tiempo y comunicarnos de otra manera, replantearnos quiénes eran nuestros invitados. En las culturas andinas, cuentan que cuando el cuerpo de la araña cambia a azul, anuncia lluvia. Arañas meteorológicas, el tiempo inscrito en las nubes; eran otras señales, para otro tipo de despegue, las que buscábamos. Buscábamos una tregua, un tiempo sin señal de celular pero con otros vínculos, que nos conectasen de otra manera. En esta región, se agradece a la Madre Tierra como parte de la familia, y así continuó el ritual, con una confianza que estuve atento a no volver a perder.

Por la experiencia adquirida en las semanas y décadas anteriores, sabía que si no despegábamos en los siguientes 30 minutos, sería imposible. Decidí pedir a todo el mundo que empezase a dirigirse hacia el lugar de despegue, y fue entonces cuando me di cuenta de la multitud que éramos. Parecía una procesión y la calma de caminar sobre este lienzo blanco empezó a fortalecerme.

Si antes la quena no se oía a causa del viento, ahora se oía alto y claro. El viento se había calmado y la música empezaba a llenarnos de esperanza. Tata Inti, el Padre Sol, brillaba en el horizonte como nunca antes. Poco a poco me iba dando cuenta, a un ritmo cada vez más acelerado, de que quizás sí iba a suceder.

Trataba de controlar mis emociones, mientras me acordaba de lo que mi mamá seguramente estaba pensando: 10 años antes, en una situación parecida a ésta, me vio caer de una escultura voladora similar. El resultado fue una espalda rota, dos operaciones y más de 12 tornillos en la columna. Pero esta vez iba a ser diferente. La experiencia nos curó. Ahora estábamos mucho más preparados. Aerocene Pacha encarnaba 20 años de investigación y diseño colectivo, cuyo resultado era un vehículo seguro, una escultura, una aeronave aún experimental pero que respetaba todas las precauciones y certificaciones exigidas por los organismos y controles internacionales. Sin embargo, Leticia fue la única piloto profesional de Argentina que aceptó el desafío; sería la primera mujer en volar sólo con el sol y el aire, sin necesidad de quemadores, paneles solares, helio o litio.

Al llegar al lugar del despegue, la escultura, fabricada especialmente con tela negra para absorber el calor del sol, empezó a inflarse lentamente. Aerocene Pacha, impasible, se iba calentando y a cada segundo pensaba: “que se eleve, que el sol caliente el aire, antes de que el viento vuelva a ser demasiado fuerte y no nos permita despegar”.

Pero lentamente, en silencio, llamada por el sol, Leticia empezó a caminar a la velocidad del viento. Poco a poco fue perdiendo gravedad, elevándose de nuestros hombros, hacia el océano de aire. Se elevaba despacio…y luego volvía a bajar, pero sus pasos eran cada vez más largos. Al principio, flotaba a sólo 10 centímetros del suelo, luego a 1 metro, a 10 metros, hasta que alcanzó una altitud de 176 metros y flotó una distancia de 1,7 kilómetros durante 21 minutos.

Lágrimas y más emociones… “Vamos, Leticia. Vamos!”.

Al girar la escultura en el aire, otro mensaje se hizo visible, quizá el más importante: “El agua y la vida valen más que el litio” estaba escrito en letras gigantes sobre la escultura. Este es el mensaje de las comunidades indígenas que viven en los alrededores de la cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc. Su lucha contra la minería del litio es una lucha contra una transición energética verde que se está produciendo en el Norte y que pagan principalmente los pueblos del Sur. Su mensaje llama a un sueño diferente…

Y así fue como Aerocene Pacha se elevó al cielo. Nosotros la seguimos con incredulidad, aliviados, esperanzados, en un momento mágico compartido.

Después de aterrizar, regresamos a la “base”, caminando de nuevo los 3 km que nos habíamos trasladado sin darnos cuenta mientras acompañábamos a Aerocene Pacha. Cansados, con los pies embarrados, nos reencontramos, llenos de emoción, con todos aquellos que no habían podido seguir a Leticia por la distancia y el calor.

Ya no era música andina lo que escuchábamos; los ritmos eran diferentes; multitudes de adolescentes de Salta, Jujuy y Tucumán bailaban y cantaban en coreano. Habían llegado los fans de BTS, que celebraban el vuelo con coreografías perfectas y pasos de baile sincronizados. ¿Este es el mismo planeta en el que estábamos antes del despegue? A 100 metros, las comunidades indígenas de la zona, entre coplas, locro y empanadas, levantaban pancartas denunciando la extracción de litio y hacían volar otras esculturas aerosolares, mientras Leticia recibía felicitaciones.

¿Acabábamos de ser testigos de otros futuros posibles? ¿Era esto, tal vez, parte de la revolución que pedía Maristella Svampa: feminista y ecológica, colectiva, plural y colaborativa? Lejos del sueño patriarcal de colonizar el espacio, flotando en el aire del océano, nos movimos llevados por la deriva, con los ríos del viento, unidos por la solidaridad. Lentamente y en silencio, sin explosiones ni quemadores, Leticia dio un pequeño paso en el aire que podría ser un paso gigantesco para la Tierra y su clima. Fue un vuelo cósmico que nos llevó mucho más allá de la Luna.

Vuela con Aerocene Pacha

El 25 de enero de 2020, la escultura aerosolar Aerocene Pacha voló con el mensaje “El agua y la vida valen más que el litio”, escrito junto a las Comunidades de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, Jujuy, Argentina, que alzan su voz al unísono contra las prácticas nocivas de extracción de litio en el norte de Argentina. Vuela con Aerocene Pacha se manifiesta en solidaridad con ellas. Flotando completamente libre de combustibles fósiles, baterías, litio, paneles solares, helio e hidrógeno, la piloto de Aerocene, Leticia Noemí Marqués, batió 32 récords mundiales reconocidos por la Fédération Aéronautique Internationale (FAI). Este logro marca el vuelo más sostenible de la historia de la humanidad y uno de los experimentos más importantes de la historia de la aviación.

Mientras que los pájaros, las semillas, las esporas y otros seres han volado de forma sostenible durante milenios -a la deriva con las corrientes térmicas-, los humanos sólo lo han conseguido con -por ejemplo, parapentes y aviones delta- para distancias y duraciones cortas. Aerocene representa una era en la que los humanos evolucionarán en el aire como las plantas y otros animales han evolucionado en el agua, aprendiendo a flotar y no a volar, moviéndose con los ríos del viento. ¿Nos recibirán nuestros queridos amigos inter-especie en esta etapa del Homo flotantis?

Hay dos formas de volar: una sigue los principios de la aerodinámica. Los aviones, helicópteros y cohetes, por ejemplo, tienen una densidad mayor que el aire. Este tipo de aeronave más-pesada-que-el-aire no depende de la flotabilidad para sustentarse, sino que logra elevarse mediante las fuerzas aerodinámicas. En 1891, Otto Lilienthal empezó a volar con planeadores y construyó una torre de 10 metros de altura para conseguir la relación necesaria entre la elevación y la resistencia. En 1903, los hermanos Wright utilizaron motores de gasolina para propulsar las hélices del Kitty Hawk, el primer avión. La misión a la Luna del Apolo XI en 1969 se propulsó con queroseno; mientras que la circunnavegación mundial de Solar Impulse entre 2015 y 2016, utilizó baterías de polímero de litio cargadas por células fotovoltaicas para generar la electricidad que impulsaba los motores.

La segunda forma de volar sigue los principios de la aerostática. En este caso, las naves más-ligeras-que-el-aire, como globos y dirigibles, entre otros, se elevan y se mantienen en la atmósfera estableciendo flotabilidad, históricamente mediante el uso de gases como el hidrógeno o el helio o aire calentado por un quemador que utiliza propano y otros combustibles. Por ejemplo, cuando el globo aerostático de los hermanos Montgolfier elevó por primera vez a un ser humano en 1783, utilizaron fuego para volar hacia el cielo.

En cambio, en el vuelo de Aerocene Pacha, Leticia logró el despegue aerostático utilizando únicamente el aire calentado por el sol, y tanto la escultura como la piloto flotaron durante 16 minutos sobre una distancia de 667,85 metros. El vuelo de Aerocene Pacha va más allá del uso de la aerodinámica: este vehículo más-ligero-que-el-aire se eleva lentamente en concierto con la quietud en movimiento de la aerostática, sin combustible y sin fuerza. Es el sello de una nueva era, una era en la que todos los cohabitantes de la Tierra reconocemos que estamos a bordo de un planeta compartido, en un viaje colectivo alrededor de sí mismo y del sol.

Para más información sobre el vuelo de Aerocene Pacha y la Fundación Aerocene, visite aerocene.org.

Vuela con Aerocene Pacha fue producido por la Aerocene Foundation y Studio Tomás Saraceno. Con el apoyo de Connect, BTS, comisariada por DaeHyung Lee. La Aerocene Foundation es posible gracias al generoso apoyo de Espace Muraille Eric y Caroline Freymond.

Aerocene App

Esta obra de arte te invita a moverte de otra manera, flotando con los ritmos del planeta. Forma parte de una comunidad que cambia los hábitos, no el clima, ¡hacia la era del Aeroceno!

La aplicación de Aerocene, que incorpora información en tiempo real de pronósticos de 16 días de velocidad del viento a diferentes altitudes, es una herramienta de navegación que sirve para planificar viajes en la era del Aeroceno, acercándonos a un futuro alternativo en el que nos movemos con los ritmos del planeta. Flotando libres de fronteras y combustibles fósiles, podemos despegar en nuestro propio viaje aerosolar guiados únicamente por el calor del sol y la tierra, y el aire que todos respiramos. Una galería digital de aeroglifos -firmas en el aire- traza las trayectorias de los 7976 (y en aumento) vuelos virtuales que han tenido lugar hasta ahora en la aplicación de Aerocene.

Los vuelos reales se registran a través de un archivo mundial interactivo. La comunidad Aerocene ha flotado con numerosas esculturas aerosolares elevadas únicamente por el sol y el aire, transportadas solo por el viento. A través de la app de Aerocene, puedes conectar con la comunidad para unirte a un vuelo real o participar en los más de 103 vuelos atados, 16 libres y 8 humanos de Aerocene que han flotado en más de 43 países diferentes. La nueva funcionalidad de Realidad Aumentada invita a vivir una experiencia inmersiva visualizando el dibujo invisible que hace una escultura aerosolar mientras vuela. Se puede visitar la ubicación de un vuelo Aerocene para ver las huellas de su trayectoria, o colocar uno archivado en un lugar a elección, para una forma renovada de sentir el aire y descolonizar la tierra de los regímenes de combustibles fósiles.

Hacia una era sin fronteras, sin combustibles fósiles, sin extractivismo neocolonial

La Comunidad Aerocene

Mientras que las industrias basadas en los combustibles fósiles continúan sus intentos de colonizar otros planetas, el aire, esta interfaz común de la vida terrestre, sigue estando en peligro: las emisiones de carbono llenan el aire, las partículas flotan dentro de nuestros pulmones mientras la radiación electromagnética envuelve la Tierra, dictando el tempo del capitalismo de vigilancia. El control que ejercen unos pocos representa el sufrimiento de la mayoría multi-especie en la actual era de crisis ecológica. Esta lógica extractivista neocolonial se extiende actualmente a la transición energética. En una cruel ironía, la “fiebre verde” por extraer litio para las baterías está contaminando y reduciendo uno de los elementos más cruciales de la Tierra: el agua. En el siglo XXI, el litio se ha convertido en la nueva frontera de la expansión capitalista.

Necesitamos una era diferente, una que dé un vuelco radical a las narrativas fósiles de la materialidad y examine las nociones inscritas de propiedad y bienes, humano e inhumano, de producción y sometimiento. ¿Cómo se sentiría la respiración en una era post-combustibles fósiles? ¿Cómo podemos desafiar el dominio de las fuerzas geopolíticas de la desposesión, y superar el enfoque extractivo hacia la Tierra y la riqueza de vida que sostiene? Juntos, llamamos a una nueva era: Aerocene (o Aeroceno).

Aerocene es una propuesta -una escena en, sobre, para y con el aire- hacia una alianza recíproca con los elementos capaz de devolver al aire una comunidad de vida.

Aerocene imagina el espacio como un bien común, un lugar físico e imaginativo sustraído al control corporativo y a la vigilancia gubernamental.

Aerocene promueve el acceso libre y desprotegido a la atmósfera, a través de nuevas herramientas y prácticas relacionales surgidas de comunidades que intentan mover las masas de la Tierra hacia una era post-combustibles fósiles.

Esta nueva era consigue despegar gracias a un globo aerosolar, una entrada colectiva, Do-It-Together (DIT), a lo aéreo, cuyo único no-motor es el caudal de energía brindado por el Sol. Una vez inflado y calentado por el Sol, se eleva en el aire, convirtiéndose en una escultura voladora que se eleva sin utilizar combustibles fósiles, helio, hidrógeno, paneles solares, baterías ni quemadores. Al flotar sin emisiones de carbono, estos viajes aerosolares especulan sobre los tipos de estructuras sociopolíticas nómadas que podrían surgir si pudiéramos navegar por los ríos de la atmósfera. Se trata de convertirnos en aeronómades y notar, cómo decía Rosi Braidotti, la “no fijeza de las fronteras y [de] desarrollar el deseo de seguir traspasándolas”. Se trata de pasar del Homo economicus al Homo Flotantis: en sintonía con los ritmos planetarios, consciente de vivir con otros humanos y no humanos, y que flota con el océano de aire, desarraigando las lógicas geocéntricas dominantes para encarnar una relación cada vez más entrelazada con la atmósfera y el cosmos.

La atmósfera, al soportar las consecuencias de la práctica material de extracción del régimen del capital fósil, se ha convertido en una zona altamente estresada del mundo terrestre comúnmente compuesto. La aerodinámica, en constante movimiento y transformación, conlleva intrínsecamente complejos procesos espaciales, temporales, sociopolíticos y ecológicos, y encarna hoy las desiguales relaciones de poder proyectadas hacia arriba desde la tierra. Los modos hegemónicos de reproducción en pleno Capitaloceno, junto con la movilidad y organización humana dentro de la red de la vida, han promulgado la ruptura de los umbrales de contaminación atmosférica, con emisiones de CO2 que ahora superan las 400 ppm (Partículas por Millón). Esta corrupción del aire es el detonante de los cambios de estado en los sistemas de la Tierra, los cambios críticos que ya están en marcha, con el aumento de las temperaturas planetarias y la proliferación de múltiples desigualdades en una época de resurgimiento del nacionalismo y la inestabilidad geopolítica.

En plena epidemia de COVID-19 se intensificó nuestra atención al aire y a lo que transporta. Al llevar mascarillas, reconocimos el poder de nuestro aliento; también reconocimos que la salud es una medida colectiva, que en un mundo interconectado en el que todos somos músicos en una sesión improvisada, debemos actuar con responsabilidad hacia los demás. El racismo medioambiental demostró una vez más tener consecuencias desastrosas y mortales durante la crisis del COVID-19. Aunque intrínsecamente un virus no puede discriminar, los sistemas sociales existentes sí pueden hacerlo, y garantizan que unos se infecten y otros no, y que unos se recuperen y otros no. Se hablaba del COVID-19 en términos de guerra; el racismo medioambiental también es, en cierto modo, una guerra, con numerosas víctimas e innumerables campos de batalla. Como escribió Achille Mbembe, “Todas estas guerras contra la vida empieza quitando el aliento”. Por lo tanto, nuestra respuesta de ataque debe ser contra “todo lo que condena a la mayoría de la humanidad a un cese prematuro de la respiración, todo lo que ataca fundamentalmente las vías respiratorias, todo lo que, en el largo reinado del capitalismo, ha constreñido a segmentos enteros de la población mundial, a razas enteras, a una respiración difícil y jadeante y a una vida de opresión.”

¿Cuáles son los derechos de paso, los pasillos que debemos abrir para restablecer el derecho a la deriva y a la respiración? ¿Cómo podemos superar la paradoja de las decisiones tomadas por unos pocos, forzando e inhibiendo simultáneamente la movilidad y la capacidad de respiración de la multitud multi-especie? Aerocene reclama una ecología interplanetaria de la práctica que pueda volver a conectar con las fuentes elementales de energía y los estratos procedentes del Sol y otros planetas, elevándose hacia arriba -hacia abajo y hacia dentro- hacia una era de relaciones simbióticas y sensibilidades renovadas dentro de la red de la vida. Sugerimos un modelo de paisaje que equilibre y aproveche nuestra relación con el potencial ilimitado del Sol. Esta realización requiere un salto termodinámico de la imaginación, como durante un eclipse, cuando sólo en ausencia de luz tomamos conciencia de nuestra escala en la sombra del cosmos.

Investigadores en ecología industrial y social se refieren a los “regímenes socio-metabólicos” para definir cambios de era en las relaciones energéticas entre los seres humanos y su entorno, estableciendo una correlación estricta entre éste y conjuntos específicos de valores sociales. Argumentan que dos de los principales tipos de estos regímenes han sido de base solar: los de las sociedades cazadoras-recolectoras y los de las agrarias. A pesar de la existencia de sociedades que aún encarnan tales relaciones con el sol -junto con todas las demás especies y formas de vida-, tanto ellas como las condiciones de las infraestructuras civilizacionales actuales se ven amenazadas por el dominio del actual régimen socio-metabólico, el que se basa en los combustibles fósiles y alimenta el Capitaloceno.

Por ello, urge repensar los modos de ser y de coexistir con el planeta y con todas las especies que lo comparten. ¿Cuál podría ser el cuarto régimen socio-metabólico? ¿Cuáles son nuestras distintas capacidades de respuesta dentro de las actuales crisis de ecologías sociales, mentales y medioambientales bajo el capitalismo? ¿Cuál sería el nuevo conjunto de valores necesarios para alejarnos del sol en sombra del capital fósil, devolviendo nuestros sentidos socio-políticamente capturados a la Tierra, en lugar de a los imaginarios de lo global y lo nacional?

Es posible que a través de una rearticulación de nuestra relación con el Sol, el aire y el cosmos abramos los límites de la Tierra, para habitar el espacio con una sensibilidad interplanetaria renovada, por este mundo y todos los demás – libres de fronteras, libres de combustibles fósiles, libres del extractivismo neocolonial. ¡Aeronautas, únanse!

Breve historia del litio: del Big Bang al Big Crash

Claudia Aboaf

Vestigio del espacio exterior en las salinas, el litio vibrante ya estaba bajo el cuidado de los pueblos indígenas hace diez mil años. Sobre el supuesto salvador en la transición energética y algunas desobediencias que se infiltran en el panorama mundial del desastre climático.

En la historia mundial del litio se cuenta que esa “piedrecita de color blanco plata” que tanto excita al capitalismo, tuvo una espléndida introducción en el planeta desde el denso y caliente Big Bang, el mismo suceso que lleva a Carl Sagan a afirmar que somos polvo de estrellas. La cosmología describe a la gran explosión que daría comienzo a la realidad física de la Tierra, pero no explica en sus estudios la desbordada voracidad de uno de los animales vivientes por consumirla y la continua creación de espejismos. De los tres elementos que se sintetizaron en el planeta, el litio se acomodó en los salares sudamericanos, asociado con los cuerpos de agua, en esa sopa rica de origen hace 13 millones de años.

Luego, un largo silencio.

Nadie supo de ese elemento químico y vibrante que dormía en las salinas, nada se dijo de su destino doradista en esta era actual de la demencia antropocéntrica.

En 1817, un joven estudiante sueco se infiltró en un laboratorio, aisló por primera vez el litio blando y plateado e intentó cortarlo con un cuchillo; ese fragmento que provenía de la isla de Utö dio inicio a la curiosidad por el residuo cósmico.
Más adelante, en 1949, el Dr. Cade, un psiquiatra australiano que fue prisionero de guerra en un aterrador campo de concentración japonés reemplazó con el litio las terapias de shocks eléctricos y las lobotomías. Anunciaba las “sales de litio para el tratamiento de las excitaciones psicóticas”.

Todo esto nos lleva a hablar de Catalano, el sabio argentino que exploró los salares de la altiplanicie andina en la década de 1920 -me lo nombra el Dr. Bruno Fornillo, del colectivo de geopolítica y bienes comunes junto a Melisa Argento, mientras maneja atento a su selección de rock nacional y al camino de montaña a 4100 m de altura que atravesamos para volver a San Salvador de Jujuy, luego del encuentro de arte y activismo con las comunidades, convocados por Tomas Saraceno. Catalano, el apasionado por los metales raros, cateó los salares con visión desarrollista. Fue en el Salar del Hombre Muerto donde imaginó, durante la noche puneña, con los ojos llenos de estrellas el “plan argentino de movilización industrial” para liberar al pueblo de una “ola pestosa que se propaga y romper las cadenas de la deuda externa con el Norte global” y “para la libertar al niño de las garras de esos modeladores de eunucos, de serviles y de esclavos” al nacionalizar recursos como el litio para el pueblo. ¿Pero de qué pueblo hablaba Catalano en sus discursos radicales y panfletarios?

Resulta que esa materia vibrante, electroquímica, vestigio del espacio exterior en las salinas, ya estaba bajo el cuidado de los pueblos indígenas desde hacía diez mil años. Y están ahora, aunque la litieras en su avanzada, declaren que allí no hay nadie, sólo sombras en sus pesadillas. Pero todo lo que va suceder ante las mujeres defensoras de la cuenca como Verónica Chavez, comunera de Santuario de los Pozos (Jujuy), ante la vista misma de las llamas, la presencia de los cardones y los ojos de agua, será imprevisto, doloroso, como en una catástrofe.

“Creíamos que con solo reemplazar el petróleo y el gas (los combustibles fósiles) con energías limpias (como el litio y los paneles solares) ya estábamos en un planeta verde viviendo como vivimos siempre. Pero esta transición no viene con un manual de respuestas”, afirma la investigadora Maristella Svampa, compañera de la colectiva Mirá socioambiental. “Tenemos la voz de los habitantes del Sur y la transición energética tiene que ser la oportunidad para que repensemos el sistema energético hasta ahora concentrado en las grandes corporaciones, que ha generado pobreza energética y desigualdad. Necesitamos un sistema energético solidario que implique, sobre todo, otro vínculo con la naturaleza”.

Les conté de la “piedrita blanda” que tanto excita al capitalismo, atempera las excitaciones psicóticas y podría calmar a las corporaciones que vienen a hacer sus negocios para salvarse a sí mismas, donde antes nos llevaron a otro espejismo con el petróleo. Podría el litio atemperar a la población bipolar en plena manía por las baterías, depósitos de su memorias en los teléfonos o cuando se deprimen al romperse sus juguetes y quedan llorando como niñxs. También están los pueblos originarios que acceden a alguna tecnología pero que aún almacenan la mayor parte de sus memorias palabreando con los ancestros en ese mundoambiente de la Puna de humedales altoandinos.

Les conté que la vida, desde “la sopa primitiva”, se abrió paso en distintas expresiones y los vivientes humanos, tan intensos siempre, son sólo uno entre las especies. Escuchemos qué dice aquí en las Salinas Grandes el resto de los vivientes, al estilo de Uexküll, metafísico naturalista, o Krenak quien nunca interrumpió esa conversación interespecie con los cuerpos del agua cuando les quiebran “las venas ”, en este caso las de la cuenca, para la extracción del litio. Esas materias vibrantes, “no-cosas” tendrán algunas voces más tenues, otras molestas, como Kachi, Halita, la sal, la raíz de Salarium que fue un bien simbólico, medio de intercambio. La salina y salobral, extensión de belleza blanca que soporta bien unos cortes aquí y allá en los bloques de sal para los compañeros terrestres. El cerro, el Apu, desnudo de plantas que ve su mundo circundante todo mapeado, el paisaje manoseado en disputa de las pertenencias mineras y a todos los viven en su falda mientras él tutela las comunidades. Hacen eco en su ladera las risas porque dicen en asamblea que los abogados ambientalistas van a llevar una montaña a los tribunales; no se rían porque va su espíritu.

Ahora hablemos de la Naturaleza sujeta de derechos, pero sobre todo del litio y su derecho de permanecer en la sopa rica. Del misterio del litio, ese residuo cósmico, el supuesto salvador en la transición energética para un mundo post fósil que de todos modos nunca llega. Y las mineras del Norte que al llegar se topan con los guardas de la Puna plenos de visiones cósmicas. También de la inteligencia del reino mineral, del código químico del litio que retiene la memoria energética, pero también de los espejismos, del consumo y de la voracidad capitalista. De los bienes comunes. Del agua y la desertificación de los territorios; hablemos de su falta. Hablemos de un mundo excitado por seguir igual siempre. Y de Verónica, la comunera, que saluda de mañana a la Pacha y pide ayuda de tarde a la Mamita Salina para que no vengan las mineras.

Algunas desobediencias se infiltran en este panorama mundial del desastre climático: las luchas en los territorios y la autorganización política, los abogados ambientalistas como Alicia Chalabe y Enrique Viale, pero también algunas figuraciones imaginativas que emergen como la película documental “Pacha” realizada por Maxi Laina que se empezó a filmar en el 2020 en Jujuy y continúa en el proyecto “Fly with Pacha, in to the Aerocene ”. Tomás Saraceno y sus esculturas aerosolares que ya viajaron por muchos países y las vimos elevarse desde Alafarcito y en las Salinas Grandes, junto a los pueblos originarios en este Enero de 2023. Son diseños que especulan con vuelos distintos por encima y por debajo de la tierra. Vuelos sin combustibles fósiles, que no extraen el litio de las salinas. Son signos de futuros posibles, faros de advertencia e imaginaciones encendidas. Aerocene es una herramienta poética y se pregunta por el destino técnico de la humanidad. El 1 de Junio 2023, el “proyecto audiovisual en constante evolución” tendrá su lugar en la exposición de la Serpentine Gallery de Londres, Inglaterra, bajo el título: Web(s) of Life. El arte, como la literatura, tiende puentes sensibles para habitar mundos más complejos y preguntarnos si seremos esclavos de las instrucciones de esta civilización antropocéntrica o libres de especular un vuelo distinto, interespecie, cósmico y en comunidad. Como dijo Ursula K Le Guin: “La resistencia y el cambio muchas veces empiezan con el arte”.

Les conté que el ojo que mira la belleza del cielo, mira a su vez al interior del ojo que es polvo de estrellas y se extiende hacia afuera para configurar el cuadro del mundo. En algún momento tendremos que mirar en el cuadro del mundo el lado oscuro de esta civilización eléctrica que ahora viene por el litio.

 

Litio: El sinsentido de buscar mitigar el cambio climático a costa de la misma naturaleza y las comunidades locales

Pía Marchegiani y María Laura Castillo Díaz

La carrera por controlar la cadena de suministros de los ahora llamados minerales críticos, o minerales para la transición energética, abre un nuevo capítulo en la disputa geopolítica global. Tras la pandemia y con el conflicto bélico en Ucrania, que demostró la vulnerabilidad de las cadenas de suministro, países de Norteamérica, de Europa, y de Asia, en particular China, compiten no solo por dominar las tecnologías de los productos finales, sino también por el acceso a los depósitos de estos minerales, que de momento son centrales para el almacenamiento de energía, como es el caso de las baterías para los automóviles eléctricos. En un contexto de crisis climática, estos productos podrían disminuir la dependencia de los combustibles fósiles, si existe infraestructura de apoyo y son abastecidos por fuentes renovables.

Los países como Argentina, que tienen junto a Bolivia y Chile, cerca del 60% de las reservas de litio en salmuera, ven este interés por el litio como una ventana de oportunidad para atraer inversiones, en particular en un contexto de elevados precios, y en mucho menor medida, buscan apuntalar procesos vinculados al desarrollo de alguna parte de las baterías en el país. Sin embargo, poca importancia le prestan a los valores de los ecosistemas en los que se encuentra el litio y a la forma de vida de comunidades que allí habitan desde hace cientos de años.

Argentina es hoy el 4° productor mundial de este mineral y cuenta con alrededor de 50 proyectos en diferentes fases. Con el foco puesto en la generación de divisas que requiere el repago de la deuda externa, los gobiernos provinciales y el gobierno central priorizan estas inversiones, por sobre la realización de complejos, pero necesarios estudios hidrológicos para determinar si las operaciones pueden llegar a ser realizadas sin daños irreversibles al ambiente. Esto es especialmente preocupante en una región extremadamente frágil, en donde el agua es el bien escaso que define la supervivencia; su disponibilidad y calidad pueden resultar gravemente alterados por los impactos de la minería de litio, que ha sido considerada como una verdadera megaminería de agua por los volúmenes que demanda en sus procesos.

Las herramientas de gestión y política ambiental dirigidas a identificar los impactos ambientales para prevenirlos, o bien, no se aplican, como la evaluación ambiental estratégica, o se aplican deficientemente, como meros formalismos, como sucede con el proceso de evaluación de impacto ambiental. Estos últimos no se realizan con perspectiva integral de cuenca -sino que se circunscriben a espacios geográficos limitados-, y tampoco integran los usos de agua preexistentes de otras actividades económicas, ni los necesarios para la vida de las comunidades y la biodiversidad. Por último, tampoco cuentan con líneas de base ambiental sólidas, ni contemplan el impacto acumulativo o sinérgico de las operaciones en curso ni de las proyectadas.

Tampoco se comparte públicamente información ambiental ni se invierte tiempo suficiente para dar cumplimiento con los derechos de consentimiento libre, previo e informado, que exigen tiempo para dialogar con las comunidades para que puedan entender las consecuencias de la extracción del litio y el impacto en su vida y cultura, y en su caso, consentirla.

A raíz de ello, comunidades como las de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc vienen llevando un proceso de resistencia y defensa de su territorio y derechos por más de doce años.

Sumado a esto, se promueve a la minería de litio como la solución al cambio climático, y no se tiene en cuenta que los humedales en los que se pretenden desarrollar tienen un enorme potencial para contribuir a la mitigación y a la adaptación de la biodiversidad y de las personas a sus efectos. Por ejemplo, allí existen microorganismos que tienen la capacidad de secuestrar y almacenar dióxido de carbono, mientras que su degradación podría provocar la liberación de los gases de efecto invernadero capturados en ellos.

Pensar al litio como una mera mercancía a exportar, en vez de resolver el problema de divisas, seguramente lo refuerce generando una nueva fase de desarrollo dependiente, comprando productos más caros como los posibles automóviles eléctricos. Lo que genera nuevos problemas de balanza de pagos y ciclos de endeudamiento, que reforzarán una vez más el ciclo vicioso de tener que explotar más naturaleza para pagar la deuda.

La pérdida de valiosa biodiversidad, formas de vida, saberes y culturas andinas, no solo convierte a estos territorios en zonas de sacrificio del modelo hiper-consumista del Norte global, que no busca reducir su demanda de minerales y naturaleza, sino que también refuerza desigualdades existentes, y obtura la posibilidad de pensar en un cambio de paradigma que coloque al cuidado de la vida de personas y ecosistemas en el centro, y que nos enseñe a vivir dentro de los límites planetarios.

KACHI YUPI – “HUELLAS DE SAL”

Comunidades Indígenas de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc

“Para las Comunidades de la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, el Buen Vivir es el proceso de la vida comunitaria en plenitud en nuestro territorio. Es ser uno mismo con la comunidad desde sus propias raíces. Alcanzar el Buen Vivir, implica saber  vivir y luego saber convivir”.

El presente documento contiene el trabajo en los territorios de las comunidades de la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, que organizadas construimos así, un sendero de lucha y de acción política con nuestra vida, en un escenario de disputa con los modelos y las políticas funcionales al despojo, en un horizonte por el Buen Vivir “Sumak Kawsay”, en el que nuestras acciones son propuestas como herramientas, estrategias, producción y revalorización de saberes y conocimientos ancestrales. Son alternativas político-organizativas que tienen su grandeza en la realización comunitaria y su potencia en la perseverancia. Distinto a la realidad que se nos presenta en modelos y planes de desarrollo que no dialogan con lo que somos, que no dan cuenta de nuestra historia comunitaria, nuestras necesidades y potencialidades, y en los que nuestra voz no ha sido escuchada.

Ante esta realidad común, desde nuestros encuentros, asambleas, reuniones, talleres por comunidad, desde los debates, reflexiones y luchas políticas de acuerdo a nuestra construcción organizativa ha surgido la propuesta de elaborar un Procedimiento de Consulta y Consentimiento Previo, Libre e Informado para nuestras Comunidades Indígenas de las Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc, de conformidad con el marco jurídico vigente en Argentina, en especial el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional, el Convenio 169 de la OIT – Ley Nacional N° 24071 y la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU. Con este documento queremos presentar el camino que recorrimos para hacer frente a los conflictos territoriales que vivimos en nuestra región; propuestas que se encaminan en un sentido diferente de nuestra cosmovisión andina, atentando contra el equilibrio de la Pachamama. Creemos en la participación y la consulta como mecanismos para la creación de políticas integrales y comunitarias. (…)

¿Por qué lo denominamos Kachi Yupi?

Mucho hemos conversado, debatido y consensuado hasta obtener este documento que consideramos un instrumento comunitario para la defensa de nuestros derechos, de nuestras familias, de nuestra cultura, de nuestra identidad y de nuestra Pachamama. Entre otras cosas, hemos acordado que este es un primer avance, muy importante y que nos costó mucho trabajo, pero que no es definitivo ni para siempre, porque el proceso en nuestras comunidades se encuentra en constante cambio y/o evolución. Creemos que con el tiempo y según las condiciones le realizaremos revisiones, actualizaciones y mejoras para que pueda funcionar como la herramienta que imaginamos y concebimos, y de esa manera, sumar a las comunidades que sean afines a este documento.

También pensamos qué nombre le daríamos para que refleje nuestra verdadera cosmovisión y mentalidad jurídica. Así acordamos que se denomine de forma genérica como “Kachi Yupi” que en nuestra lengua originaria significa “Huellas de Sal”. Siendo comunidades salineras cuya identidad se configura, transmite y regenera en torno al territorio de las Salinas Grandes sentimos que este nombre nos representa y define apropiadamente para este documento.

¿Por qué pensamos en huellas de sal? Porque este documento se enraíza en lo más profundo de nuestra identidad, en la herencia de nuestros abuelos y abuelas, en los vestigios de su lucha por nuestro territorio, en las señales que nos dejaron sus pies, en las marcas que nos dejó la historia, en los rastros de sus aprendizajes y saberes, en la impresión profunda y duradera de su cultura.

A su vez, una huella representa un camino a seguir, una guía para el paso de personas y animales, un surco por el que debemos transitar. Este documento pretende servir como huella entonces, como conducto comunitario a través del cual se canalice nuestro derecho a la participación, consulta y consentimiento previo, libre e informado y así continuar con el legado de nuestros antepasados de defensa de las tierras y territorios con el cual nos hayamos íntimamente conectados.

¿Cómo elaboramos Kachi Yupi?

En nuestra vida comunitaria acostumbramos a realizar diferentes tareas bajo la forma de “minka”, esto es un trabajo compartido en el que todos sumamos nuestros esfuerzos en beneficios de la comunidad o de alguno de sus integrantes. Así elaboramos este documento, de forma comunitaria y compartida, consensuada entre todos los actores de nuestras comunidades. (…)

Lo primero que hicimos fue acordar cuáles iban a ser los objetivos y definimos en asamblea uno general (…):

  • Analizar los estándares internacionales del derecho a la participación, consulta y consentimiento previo libre e informado, avanzando en la definición de criterios comunes y contenidos especiales en torno a cada uno de ellos, y proporcionando elementos para la elaboración de un posible documento/protocolo de consulta especial para estas comunidades.

Para poder cumplir con este objetivo pensamos también como necesarios:

  • Continuar el proceso de diálogo entre las Comunidades de la Mesa de las Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc a los fines de acordar estrategias de trabajo conjunto para fortalecer la lucha por el respeto de los derechos indígenas.
  • Afianzar los conocimientos básicos en relación al Derecho Indígena en general y al derecho a la participación, consulta y consentimiento previo libre e informado en particular, como herramientas para exigir la aplicación efectiva de los derechos de los pueblos indígenas reconocidos a nivel constitucional y en tratados internacionales (y concordantes).
  • Conocer las experiencias de otras comunidades indígenas en la lucha por el respeto a sus derechos fundamentales, especialmente a la consulta, analizando las acciones llevadas a cabo y proponiendo otras medidas superadoras.

Entendiendo que sólo nosotros podríamos definir los contenidos de Kachi Yupi, de acuerdo a nuestro derecho consuetudinario, cosmovisión, cultura y contexto, realizamos distintos encuentros en el territorio de las comunidades. Se aprovecharon también para avanzar en la definición de conceptos y criterios cada asamblea comunitaria de la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc durante todo el año 2014 y parte del 2015. (…)

A medida que avanzábamos íbamos detectando y registrando las coincidencias y consensos de las diferentes comunidades. En todos los casos en que surgieron diferencias las presentamos en asambleas para ser sometidas a discusión y alcanzar un consenso. (…)

Finalmente en Asamblea general de todas las comunidades de la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc se aprobó este documento llamado “KACHI YUPI – HUELLAS DE LA SAL / PROCEDIMIENTO DE CONSULTA Y CONSENTIMIENTO PREVIO,

LIBRE E INFORMADO PARA LAS COMUNIDADES INDÍGENAS DE LAS SALINAS GRANDES Y LAGUNA DE GUAYATAYOC”. Kachi Yupi recoge las conclusiones de todo el proceso, con la interpretación desde el punto de vista indígena.

(…)

Nuestra cultura / modelo de desarrollo

En un comunicado de prensa de la Mesa de Pueblos Originarios de la Cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guyatayoc, del día 11 de Marzo de 2011 expresamos:

“… durante el año pasado, con preocupación, comenzamos a ser testigos mudos de una nueva actividad en la región, nadie nos informó nada a pesar de la vigencia de derechos que exigen que nos consulten (Constitución Nacional, Artículo 6 del Convenio 169 de la OIT). Nos enteramos por rumores y por los medios de prensa, que habían descubierto litio en el subsuelo de los salares de la Puna de Salta y Jujuy. Todos los anuncios del Gobierno, daban cuenta de la importancia de este nuevo emprendimiento para la economía nacional e internacional. Sin embargo, nadie dijo nada de cómo esta nueva explotación nos puede afectar a las comunidades y a nuestro territorio: a las salinas, a las vertientes de agua, a los pastos, a nuestros ganados, a la Pacha, a nuestras costumbres y creencias, etc. En síntesis: a toda nuestra vida…”

(…) Como pertenecientes a las culturas andinas buscamos el Buen Vivir antes que el desarrollo estratégico o crecimiento económico individualista. Esto sólo puede ser posible en la medida en que exista una relación armoniosa con la Pachamama, si se refuerza la participación, si se protege la identidad y la diversidad cultural, recuperando el control de los territorios y de nuestras vidas. Nuestro modelo busca crear condiciones para realizar una vida armónica y feliz. Desde esta lógica no son posibles miradas parciales, sino integrales. La “Pacha” es espacio, tiempo, materia, espíritu y también las proyecciones trascendentales. Además la vida humana tiene sentido en cuanto se desarrolle en conjunto con los demás. Desde este marco filosófico y espiritual las comunidades indígenas del territorio de la Cuenca sostenemos un concepto de desarrollo

relacionado con nuestro modo identitario profundo.

Nuestras comunidades y las salinas

(…)Muchos de nosotros, trabajamos o hemos trabajado en las Salinas.  (…) Las Salinas tal cual se conocen, son parte de nuestra cultura e identidad.

Desde esta perspectiva la sal no es un recurso económico, sino que constituye un “ser vivo”: tiene un ciclo de crianza, al igual que la siembra. En los meses de octubre y noviembre de cada año se realiza la “siembra” mediante la construcción de piletones; a partir de diciembre y hasta febrero -período de lluvias -, la sal se “cría” en los piletones; la “cosecha” se da desde marzo hasta mayo; a partir de este mes la sal se traslada hasta las instalaciones en donde se la fracciona para su comercialización. En agosto, pidiendo un buen año para la sal y nuestros territorios se da ofrecimiento a la Pachamama, siempre en el mismo lugar, con la ofrenda de hojas de coca, comidas, bebidas y la sahumada con coba. Así se renueva el ciclo de la sal, que conserva una periodicidad idéntica a las fases agrarias de la Quebrada, Puna y los Andes. La producción está llena de ritualidades, de prácticas, de secretos que reproducen una identidad cultural preexistente al Estado.

En torno al uso de la sal, las comunidades guardamos un conjunto de conocimientos aprendidos de los mayores, como el reconocimiento de diferentes tipos de sal (como alimento para los seres humanos, para los animales y medicamento para las diferentes dolencias). (…) El manejo racional de la misma ha sido una concepción ancestral de las comunidades, evitando su extracción fuera de control.  (…)

Existe además una relación afectuosa y de familia con todo el entorno. Por las señas que brindan los animales silvestres como el puma o el zorro sabemos cómo será el año, si será seco o lluvioso. Por su parte, las plantas silvestres con su floración advierten cómo será el clima. El mismo clima es familia, es común escuchar que la granizada castigó algunos cultivos y otros no, porque “tiene su camino”. Esta relación espiritual con el medio natural debe respetarse, y cualquier intervención debe realizarse en conversación y respeto a esta cultura.

La organización comunitaria en el territorio

Si bien cada comunidad indígena de la Cuenca cuenta con una organización comunitaria propia, a partir del año 2010 frente al avance de las empresas mineras de litio comenzamos un proceso de articulación y agrupamiento para tratar la implicancia de la actividad. La incipiente organización derivó en la conformación de la Mesa de Comunidades, la cual se reúne mensualmente para tratar diferentes asuntos relacionados con las problemáticas comunitarias, como así también, compartir espacios de reflexión y espiritualidad. (…)

Cada reunión de la Mesa se realiza en diferentes comunidades del territorio de la Cuenca, allí reflexionamos, nos formamos y decidimos los pasos a seguir. (…)

A su vez, hemos conformado una Mesa Chica como órgano ejecutivo y de coordinación de las decisiones, integrado por quince personas de diferentes comunidades de las cinco zonas del territorio de la Cuenca: Ruta 11, Ruta 52, Ruta 79, Dpto. Tumbaya y Ruta 75 (ver mapa). Desde estos espacios hemos asumido el compromiso de defender nuestro territorio y los derechos comunitarios de los Pueblos Originarios.

(…)

El proceso de la sal / El proceso de consulta

Conforme nuestra idiosincrasia cultural y nuestra realidad comunitaria, y dado que muchas de nuestras comunidades vivimos, trabajamos y nos relacionamos con la sal, elegimos de modo ejemplificativo relacionar el proceso de consulta con el proceso de la sal por ser característico de nuestra identidad y relacionamiento con las Salinas Grandes.

PROCESO DE LA SAL PROCESO DE CONSULTA
Preparación de las Herramientas

Con anterioridad a la cosecha de la sal, se preparan las herramientas de trabajo: palas, picos, hachas, barretas, antiparras quelaya (negro) y bolsas de lona. A su vez también se preparan comidas y bebidas para challar las herramientas que consiste

en chicha, alcohol para yerbiau, piri y tijtincha.

La ceremonia de la challada es en un lugar sagrado donde siempre quedará para las futuras generaciones. Durante la challada se sahuman con coa-coa las herramientas y a los trabajadores, se coloca lanas de colores y yoquien manos y pies de forma cruzada para que no los agarre la tierra y para que el trabajo sea exitoso.

En la actualidad el trabajo se lleva a cabo con intervención de maquinarias y también se siguen usando las herramientas manuales.

Etapa preparatoria o preliminar

A nivel comunitario apunta a la formación, conocimiento y defensa de los derechos, la existencia del protocolo y su validez, se im-

plementan mecanismos de fortalecimiento y organización. Este debe ser un trabajo continuado.

En relación con el resto de la sociedad, refiere a la creación de estrategias para que el Estado y las empresas reconozcan el protocolo (forma de publicidad del proyecto, acciones, lugares) y cómo ponerlo en funcionamiento, es decir socializar el documento en sí.

Etapa de construcción de los piletones

Como en todas las actividades andinas también en esta etapa se realiza la challada. Luego se buscan los lugares donde se construirán los piletones; este

debe ser un lugar limpio y donde no ingrese mucho barro.

Las medidas de los piletones son de 4 x 2 m, con una profundidad de 60 cm y una altura de agua de 30 cm.

Para la construcción se rompe con pico, hacha, y barreta al contorno de la medida se va despedazando la sal y se retira de los piletones la parte sucia y se deja al costado de los mismos, una vez que se retira todo se realiza una buena nivelación. Ahora se

realiza con una máquina retroexcavadora, la mediciones es de 10m x 1m, con una profundidad de 60 cm y con una altura de agua de 30 cm.

Se corta por el contorno de la medición con una cortadora de sal, luego de forma manual se realiza la primer hachada retirando el primer pedazo de escombro para que posteriormente trabaje la má-

quina. Una vez retirado todos los escombros con la máquina, de forma manual se cuadra y se nivela los piletones.

Diseño del proceso

Implicaría un primer contacto o reunión con los representantes del Gobierno, empresa y la comunidad (a través de la Asamblea

General de la Cuenca de Salinas Grandes y laguna de Guayatayoc).

Considerando al proyecto o medida concreta abarca la identificación de la relación entre las acciones del proyecto expuesto a consulta y los derechos a los que nos va a afectar.

Culminaría en la Asamblea cuyo objetivo sea aprobar el diseño del proceso de consulta contestando a una serie de preguntas, aplicando el protocolo al caso

concreto: cómo va a ser, cuándo comienza, dónde y quiénes participarán en cada etapa. Aquí se definirá la fecha de la siguiente asamblea en la cual comenzará

a desarrollarse la consulta propiamente dicha.

Crianza de la sal

En verano con las lluvias se llena de agua el salar, con la evaporación se recría de nuevo la sal, a esto lo llamamos la crianza o la siembra, la cual tiene su proceso hasta su floración y maduración. El tata INTI ayuda en todo lo que se refiere a la crianza, al igual que el Wayra (viento) quien con su soplido mezcla de un lado al Yacu (agua) para que esta se deslice por toda la sa-

lina y de esta manera el Kachi (sal) florezca por todos lados.

Desarrollo del proceso

Conforme a los acuerdos de la etapa anterior comienza a desarrollarse el pro-

ceso de consulta en asambleas con la presentación de la información a las co-

munidades (investigaciones, desarrollo y

explotación de la actividad, impactos, be-

neficios, desventajas y consecuencias).

El objetivo es que se obtenga una base

sólida de información para una posterior

etapa de maduración de la decisión.

Es importante un completo conocimiento del proyecto y sus impactos por parte de todos los miembros de la comunidad, para poder decidir de forma responsable. Sólo si la comunidad entiende que cuenta con información suficiente, y comprende la información que se brinda, se avanzará a la siguiente etapa.

Cristalización de la sal

Una vez construidos los piletones se deja madurar un año la sal, para luego recién cosecharla.

Maduración de la decisión

Implica un periodo interno de discernimiento y maduración de la propuesta. Y, otro, externo, en el que se expondrán dudas o requerimientos, petición de nueva información, ampliación de tiempo o clarificación de lo ya expuesto.

El objetivo es tomar una decisión con total conocimiento y responsabilidad y firmeza.

Cosecha de la sal

Cuando ya está lista para su cosecha, nos preparamos nuevamente para la challada y el agradecimiento a la Pacha por la nueva producción del KACHI (sal). Existen tres técnicas de cosecha:

1- De piletones en forma manual hasta desmenuzar la totalidad de la sal, la cual se va lavando con la misma agua que se desprende de la excavación, luego se saca la sal granulada a los costados de los piletones. Los piletones desocupados se barren y se cuadran para una nueva crianza.

2- Otra forma de cosecha son los panes de sal, el cual consiste, en primer lugar, buscar los bancos (espacios fraccionados demar-

cados por lo que los lugareños llamamos venas), primeramente se realiza una abertura comenzando por las venas donde se toma una muestra para saber si la sal es buena (pareja), seguidamente se marcan en el lugar 30 cm de ancho por 4 a 6 m de largo dependiendo del largo del banco. Para después marcar una línea recta por la cual se va hachando hasta abrir el corte, para esto se ayuda con barretas. Por último se cortan los panes en medidas de 25 x 30 cm se sacan a un costado y con un molde se encuadran, luego son apilados listos para cargar a los burros o camiones.

3- Sal granulada o sal blanda, consiste en el barrido de la sal flor con pala, luego se van amontonando en morros, para ser embolsados en bolsas de 50 kg y posterior comercialización.

Toma de decisiones

En esta etapa se tomará la decisión y se establecerán los acuerdos y garantías necesarios. El objetivo es la participación en el desarrollo de la actividad en caso de consentimiento afirmativo. Si fuera negativo, igualmente se celebra un acuerdo de respeto por el proceso y decisión, como así también se garantizará el respeto por la decisión.

Seca de la sal

Consiste en sacar la sal de los piletones y colocar a un costado, y se deja secar por un mes.

Cuando se hace con máquina retroexcavadora se deja a un costado de los piletones, se desparrama la sal para un secado más rápido teniendo en cuenta que la cantidad de cosecha es mayor.

Seguimiento del proceso

Esta etapa incluirá reuniones periódicas, evaluaciones y seguimiento de todos los pasos que se den en la actividad.

El objetivo es mantener a la comunidad presente todo el tiempo como parte del proceso y su continuidad.

 

ESTOS SON FRAGMENTOS DE “KACHI YUPI – HUELLAS DE SAL”, DE LAS COMUNIDADES INDÍGENAS DE SALINAS GRANDES Y LAGUNA DE GUAYATAYOC. PARA LEER EL KACHI YUPI COMPLETO ESCANEA ESTE CÓDIGO QR: