Skip to content

Hacia una era sin fronteras, sin combustibles fósiles, sin extractivismo neocolonial

La Comunidad Aerocene

Mientras que las industrias basadas en los combustibles fósiles continúan sus intentos de colonizar otros planetas, el aire, esta interfaz común de la vida terrestre, sigue estando en peligro: las emisiones de carbono llenan el aire, las partículas flotan dentro de nuestros pulmones mientras la radiación electromagnética envuelve la Tierra, dictando el tempo del capitalismo de vigilancia. El control que ejercen unos pocos representa el sufrimiento de la mayoría multi-especie en la actual era de crisis ecológica. Esta lógica extractivista neocolonial se extiende actualmente a la transición energética. En una cruel ironía, la “fiebre verde” por extraer litio para las baterías está contaminando y reduciendo uno de los elementos más cruciales de la Tierra: el agua. En el siglo XXI, el litio se ha convertido en la nueva frontera de la expansión capitalista.

Necesitamos una era diferente, una que dé un vuelco radical a las narrativas fósiles de la materialidad y examine las nociones inscritas de propiedad y bienes, humano e inhumano, de producción y sometimiento. ¿Cómo se sentiría la respiración en una era post-combustibles fósiles? ¿Cómo podemos desafiar el dominio de las fuerzas geopolíticas de la desposesión, y superar el enfoque extractivo hacia la Tierra y la riqueza de vida que sostiene? Juntos, llamamos a una nueva era: Aerocene (o Aeroceno).

Aerocene es una propuesta -una escena en, sobre, para y con el aire- hacia una alianza recíproca con los elementos capaz de devolver al aire una comunidad de vida.

Aerocene imagina el espacio como un bien común, un lugar físico e imaginativo sustraído al control corporativo y a la vigilancia gubernamental.

Aerocene promueve el acceso libre y desprotegido a la atmósfera, a través de nuevas herramientas y prácticas relacionales surgidas de comunidades que intentan mover las masas de la Tierra hacia una era post-combustibles fósiles.

Esta nueva era consigue despegar gracias a un globo aerosolar, una entrada colectiva, Do-It-Together (DIT), a lo aéreo, cuyo único no-motor es el caudal de energía brindado por el Sol. Una vez inflado y calentado por el Sol, se eleva en el aire, convirtiéndose en una escultura voladora que se eleva sin utilizar combustibles fósiles, helio, hidrógeno, paneles solares, baterías ni quemadores. Al flotar sin emisiones de carbono, estos viajes aerosolares especulan sobre los tipos de estructuras sociopolíticas nómadas que podrían surgir si pudiéramos navegar por los ríos de la atmósfera. Se trata de convertirnos en aeronómades y notar, cómo decía Rosi Braidotti, la “no fijeza de las fronteras y [de] desarrollar el deseo de seguir traspasándolas”. Se trata de pasar del Homo economicus al Homo Flotantis: en sintonía con los ritmos planetarios, consciente de vivir con otros humanos y no humanos, y que flota con el océano de aire, desarraigando las lógicas geocéntricas dominantes para encarnar una relación cada vez más entrelazada con la atmósfera y el cosmos.

La atmósfera, al soportar las consecuencias de la práctica material de extracción del régimen del capital fósil, se ha convertido en una zona altamente estresada del mundo terrestre comúnmente compuesto. La aerodinámica, en constante movimiento y transformación, conlleva intrínsecamente complejos procesos espaciales, temporales, sociopolíticos y ecológicos, y encarna hoy las desiguales relaciones de poder proyectadas hacia arriba desde la tierra. Los modos hegemónicos de reproducción en pleno Capitaloceno, junto con la movilidad y organización humana dentro de la red de la vida, han promulgado la ruptura de los umbrales de contaminación atmosférica, con emisiones de CO2 que ahora superan las 400 ppm (Partículas por Millón). Esta corrupción del aire es el detonante de los cambios de estado en los sistemas de la Tierra, los cambios críticos que ya están en marcha, con el aumento de las temperaturas planetarias y la proliferación de múltiples desigualdades en una época de resurgimiento del nacionalismo y la inestabilidad geopolítica.

En plena epidemia de COVID-19 se intensificó nuestra atención al aire y a lo que transporta. Al llevar mascarillas, reconocimos el poder de nuestro aliento; también reconocimos que la salud es una medida colectiva, que en un mundo interconectado en el que todos somos músicos en una sesión improvisada, debemos actuar con responsabilidad hacia los demás. El racismo medioambiental demostró una vez más tener consecuencias desastrosas y mortales durante la crisis del COVID-19. Aunque intrínsecamente un virus no puede discriminar, los sistemas sociales existentes sí pueden hacerlo, y garantizan que unos se infecten y otros no, y que unos se recuperen y otros no. Se hablaba del COVID-19 en términos de guerra; el racismo medioambiental también es, en cierto modo, una guerra, con numerosas víctimas e innumerables campos de batalla. Como escribió Achille Mbembe, “Todas estas guerras contra la vida empieza quitando el aliento”. Por lo tanto, nuestra respuesta de ataque debe ser contra “todo lo que condena a la mayoría de la humanidad a un cese prematuro de la respiración, todo lo que ataca fundamentalmente las vías respiratorias, todo lo que, en el largo reinado del capitalismo, ha constreñido a segmentos enteros de la población mundial, a razas enteras, a una respiración difícil y jadeante y a una vida de opresión.”

¿Cuáles son los derechos de paso, los pasillos que debemos abrir para restablecer el derecho a la deriva y a la respiración? ¿Cómo podemos superar la paradoja de las decisiones tomadas por unos pocos, forzando e inhibiendo simultáneamente la movilidad y la capacidad de respiración de la multitud multi-especie? Aerocene reclama una ecología interplanetaria de la práctica que pueda volver a conectar con las fuentes elementales de energía y los estratos procedentes del Sol y otros planetas, elevándose hacia arriba -hacia abajo y hacia dentro- hacia una era de relaciones simbióticas y sensibilidades renovadas dentro de la red de la vida. Sugerimos un modelo de paisaje que equilibre y aproveche nuestra relación con el potencial ilimitado del Sol. Esta realización requiere un salto termodinámico de la imaginación, como durante un eclipse, cuando sólo en ausencia de luz tomamos conciencia de nuestra escala en la sombra del cosmos.

Investigadores en ecología industrial y social se refieren a los “regímenes socio-metabólicos” para definir cambios de era en las relaciones energéticas entre los seres humanos y su entorno, estableciendo una correlación estricta entre éste y conjuntos específicos de valores sociales. Argumentan que dos de los principales tipos de estos regímenes han sido de base solar: los de las sociedades cazadoras-recolectoras y los de las agrarias. A pesar de la existencia de sociedades que aún encarnan tales relaciones con el sol -junto con todas las demás especies y formas de vida-, tanto ellas como las condiciones de las infraestructuras civilizacionales actuales se ven amenazadas por el dominio del actual régimen socio-metabólico, el que se basa en los combustibles fósiles y alimenta el Capitaloceno.

Por ello, urge repensar los modos de ser y de coexistir con el planeta y con todas las especies que lo comparten. ¿Cuál podría ser el cuarto régimen socio-metabólico? ¿Cuáles son nuestras distintas capacidades de respuesta dentro de las actuales crisis de ecologías sociales, mentales y medioambientales bajo el capitalismo? ¿Cuál sería el nuevo conjunto de valores necesarios para alejarnos del sol en sombra del capital fósil, devolviendo nuestros sentidos socio-políticamente capturados a la Tierra, en lugar de a los imaginarios de lo global y lo nacional?

Es posible que a través de una rearticulación de nuestra relación con el Sol, el aire y el cosmos abramos los límites de la Tierra, para habitar el espacio con una sensibilidad interplanetaria renovada, por este mundo y todos los demás – libres de fronteras, libres de combustibles fósiles, libres del extractivismo neocolonial. ¡Aeronautas, únanse!